Día 17

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Miré el reloj de la pared que estaba sobre la puerta del salón de informática. Quería irme ya, era la última hora del día Lunes. Miré a la ventana, justo como en las noticias predijeron, llovió. Después del sonido del timbre todos nos levantamos fugazmente. Tomé mi mochila y la puse sobre mi hombro.

Caminé al casillero para dejar mis libros, todos iban y venían por el pasillo. Estaba de locos, nadie salía gracias a la lluvia. A veces el deseo de ser ''niño'' de nuevo, me ponía a pensar en lo divertido que era salir y brincar sobre los charcos y abrir la boca para probar el agua. Pero, seamos realistas. Casi soy mayor de edad y ese niño que llevo dentro cada día se estaba yendo.

Mi bolso comenzó a vibrar y saqué mi teléfono de ahí. Era mi padre.

-Hola, ¿ya estás aquí? -le pregunté.

- Cielo, acaba de llegar al consultorio una señora con una hemorragia -me avisó. Pobre mujer-. ¿Crees que Cye pueda traerte?

-Emm... -pensé.

Cye salía temprano, obviamente ya se había ido, pero no podía distraer a mi padre de su trabajo.

-Sí, claro.

- De acuerdo, dile que después pase por su premio de agradecimiento -bromeó y sonreí un poco.

-Vale -le dije.

Colgamos y dejé mi celular en mi bolsillo trasero del pantalón. Mierda. Bien, de las personas con las que ''hablo'', ¿quiénes de ellas tienen carro? Todos iban con Cye en la última clase o en realidad no tenía a nadie más. Mierda.

Miré mi ropa. Una sudadera delgada, blusa de manga larga, skinny jeans, converse. Suspiré. Tendría que correr. Me vería tan ridícula pero, ¿qué más da? No pasaba ningún camión por acá. Guardé mi teléfono en mi mochila y la cerré bien. Solté un monto de aire. Tiré de las mangas de mi sudadera y las hice puño entre mis manos.

Me puse la capucha y comencé a caminar sin rumbo. Poco a poco sentía que mis ropas se empapaban. Conforme caminaba mi cuerpo se sentía más pesado y mi cabello caía sobre mi rostro. Probablemente mi maquillaje este corrido y mi nariz se encuentre roja por el frío.

Miraba los carros pasar por la acera, todos me miraban con cara de: Pobre perdedora. Es que es lo que era, una perdedora. Pero ¿qué más da?

Escuché un claxon detrás de mí y, cuando di media vuelta, me encontré con unas luces de un carro. Limpié un poco las gotas de agua que caían de mis pestañas y la ventana bajó.

- Estás tan mojada -dijo Calum Hood con un tono burlesco.

Puse una mano en mi cadera.

-Gracias, no me había dado cuenta -dije sarcástica.

- ¿Quieres un aventón? -preguntó y subí rápidamente a su auto sin importar que lo mojara todo.

-Gracias, Hood -le dije.

Cerré la puerta y me coloqué el cinturón de seguridad. Me quité mi sudadera mojada quedando sólo en la blusa de manga larga y froté mis manos a mis brazos para sentir un poco de calor. El camino apenas podía verse, la tormenta estaba bastante fuerte.

Recargué mi cabeza en el respaldo y suspiré.

-Gracias... -le dije de nuevo.

- Puedes prender la calefacción sí deseas -confesó. Sonreí emocionada y moví los controles de al frente.

-Gr... -iba a decir por tercera vez, pero me retracté.

Una vez que el auto comenzó a calentarse empecé a sentirme mejor. El carro de Calum siempre olía bastante bien. Cerré los ojos y me relajé.

Haunted » c.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora