Drabbles Mystrade

Dieta

Número de palabras: 335

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Desde hacía horas que Mycroft observaba la mesa de dulces y pasteles que había sido colocada en el centro de la sala. Había podido resistir durante todo aquel tiempo, pero los éclairs rellenos de crema pastelera y cubiertos por aquel delicioso chocolate negro lo estaban torturando.

Al fin, no pudo resistir la tentación y se acercó a la mesa para tomar uno de ellos, el más pequeño de todos, y lo mordió con delicadeza. El bollo se hundió bajo la fuerza de su paladar y el chocolate se derritió ante el calor de su boca.

—Vaya Mycroft, no sabía que era posible que alguien se saltara tantas veces una dieta, me sorprendes.

La voz sonó tras él, golpeando sus tímpanos con una fuerza atronadora. Al darse la vuelta, aún con el postre en la mano encontró a su hermano, tan elegantemente vestido como lo requería la fiesta a la que habían sido ambos invitados.

—Sherlock, basta.

La mano de John cayó sobre el hombro de Sherlock, tratando de alejarle de Mycroft.

—Tan solo estaba contemplando un nuevo fracaso de mi hermano —se burló el detective, sin apartar la mirada de los ojos enfurecidos y entrecerrados de su hermano mayor.

Otra mano cayó sobre su hombro libre, obligándole a girar sobre sí mismo, y un dedo amenazante se levantó justo frente a sus ojos.

—La próxima vez que te vea molestar a mi marido, Sherlock, te juro por lo más sagrado que te haré tragar hasta la última mota de polvo que haya en el suelo.

La voz llena de ira del inspector Lestrade completaba a la perfección su rostro enrojecido por la indignación y los dientes apretados en signo de contención. Con un gesto violento, soltó el hombro del otro hombre y se acercó con cuidado hasta su pareja, que había observado con orgullo la escena. Mientras, John se llevaba a rastras a un Sherlock deseoso de continuar la pelea.

—¿Estás bien? —le preguntó, preocupado, el inspector.

—Ahora sí —respondió Mycroft y, tras incluir un beso en los labios a su afirmación, añadió—, contigo ahora sí.