Gomas elásticas

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Número de palabras: 349

Breve Disclaimer: Se tratan temas de ansiedad, autolesión y problemas con la comida

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—¿Cómo? —preguntó Greg sin aliento—. ¿Por qué?

Entre sus manos descansaba el antebrazo de Mycroft, con las marcas aún rojizas de los golpes que se había proporcionado así mismo. Su garganta era incapaz de hacer pasar la saliva y el dolor de su pecho iba en aumento mientras intentaba por todos los medios acariciar con cuidado la piel maltratada.

—Lo leí en Internet —explicó Mycroft. Su voz sonaba rota, con el evidente miedo y el dolor de haber sido descubierto—. Decían que un buen remedio para calmar la ansiedad era mediante el autocastigo..., y yo…, la comida…, tengo miedo de comer demasiado…

—Dios..., Mycroft... —le interrumpió Lestrade, sintiendo como su boca se secaba—. ¿Cómo te has hecho esto?

Quería ser fuerte. A pesar de sentir como sus ojos querían hundirse en el llanto y en el dolor, sabía que era necesario que mantuviera la compostura todo lo que pudiera. No quería asustar a Mycroft, y mucho menos hacerle sentir culpable.

Aquello no era su culpa.

—Con gomas elásticas... —respondió Mycroft—. El artículo decía que debía enrollarla en mi muñeca y cada vez que sintiera la ansiedad, tenía que estirarla y soltarla para que golpeara la piel —explicó a toda prisa—. Decía que era un método muy efectivo, hace que el cerebro cambie patrones con rapidez y yo...

—Por favor..., Mycroft...

El inspector estaba al borde. No podía evitar sentir que aquello era su culpa.

Su culpa por no haberlo descubierto antes.

Su culpa por no intuirlo.

Su culpa por no evitarlo.

Pero no era su culpa. No era culpa de nadie.

—Hagamos algo —habló, rompiendo el silencio que se había instaurado durante los últimos segundos. Mycroft le miró con curiosidad—. Cada vez que sientas miedo, no importa donde esté o lo estúpido que te parezca lo que puedas estar pensando, llámame —suplicó, alzando la vista para encontrar los ojos de su pareja, que brillaban en el peligro de las lágrimas.

—Yo..., no quiero molestarte...

—Por favor, Mycroft..., por favor... —rogó Lestrade, tomándole las manos con urgencia—. Por favor, no vuelvas a hacer esto...

—No lo haré..., te lo prometo.

Drabbles MystradeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora