2- Una bienvenida peculiar

12 0 0
                                    

La mansión era enorme, de unos cuatro pisos. Su apariencia era de lo más peculiar, ya que había elementos bien cuidados y pintados, la cual le daba la apariencia de ser una hermosa y fina mansión decimonónica, o al menos con una fachada así, pero, por el otro, había ciertos elementos que no cuadraban, ya que había partes muy descuidadas en donde se veía un claro signo de abandono o descuido, como algunas partes de la estructura visiblemente agrietada y con humedad.

Esto era más visible en las paredes que marcaban el perímetro de la hacienda. Las paredes en donde estaba el portón se veían impecables, pero otras en la lejanía se veían descuidadas y sin pintar. De hecho el mismo portón tenía esta peculiaridad, estando pintado de un rojizo anaranjado que combinaba con los azulejos anaranjados del suelo y de la parte superior de las paredes pero que al mismo tiempo había zonas mal pintadas con manchas de un fierro muy oxidado, como si hubiera sido pintado a las prisas y sin las suficientes capas de pintura para proteger el portón de manera adecuada.

Como nadie venía a abrirnos, Mew me tuvo que pedir que bajara a abrir el portón. Yo le obedecía, feliz de poder estirar las piernas después de tanto y abrí el portón, el cual rechinó fuertemente.

-"Parece que le falta aceite a este portón"- pensé mientras lo abría.

Una vez abierto me metí de nuevo en el vehículo y Mew logró estacionar el carro en un espacio libre. Noté que no había ningún vehículo, lo que me extrañó, ya que, pues, literal el lugar estaba en medio de la nada.

Esto también hacía que me sorprendiera que el jardín estuviera bien vivo y verde comparado con la vegetación del exterior, pero logré percatarme de que varios arbustos estaban desproporcionados y había varias plantas silvestres que no deberían estar allí.

Mi mamá me había forzado a sacar varias veces la maleza de unos árboles que tenemos delante de la casa como para saber a identificarla. También había zonas en la que el césped que era notoriamente más corto que el resto de las del pequeño jardín.

-¿Qué pasa Abelardo?- dijo Mew poniéndose en mi hombro para luego tomar la forma de un Pikachu –estas muy pensativo.

-No sé, hay algo raro en este lugar, un "no sé qué" qué me dice que algo no cuadra- le comenté a Mew.

-Yo estoy sintiendo energías raras- dijo Mew.

-¿Malignas?- le pregunté.

-Es difícil decirlo, no conozco sus intenciones, pero no me dejan saber más de ellas, como si no quisieran que me entrometiera- dijo Mew.

-Bueno, hay personas a las que no les gustan los chismosos- le dije.

-¡Jijiji! Eso es cierto, hay seres muy reservados a los que les gusta su privacidad. Ante cualquier duda dile a nuestros anfitriones, si preguntan por mí, que yo soy un Pikachu común y corriente y que yo me tuve que ir a otro lugar- me dijo Mew.

-¿Crees que me vayan a creer que tengo un Pikachu cuando los Pokémon son de Japón?- le cuestioné mientras bajaba de la cajuela mi mochila de Shrek con mis cosas y mi ropa, cerciorándome de meter mi DS ahí.

-Sí le agregas que te di miles de pesos para pagarle a un taxista que te trajera aquí será más creíble- dijo Mew.

-Muy bien, veamos cómo nos sale todo- dije.

Caminé poniendo mi mochila en el suelo, ya que tenía ruedas y pasé por una fuente, la cual no estaba arrojando agua y llegué a una puerta que parecía ser la entrada de la mansión. Toque el timbre una vez y, a pesar de que pasaron los minutos, nadie vino abrirme, por lo que empecé a tocar el timbre varias veces en desesperación.

-"Cálmate Abelardo, no juegues con eso"- me regañó Mew telepáticamente.

-"Sí, pero es que no vie..."- pensé cuando la puerta se abrió.

Una no tan aterradora aventura de HalloweenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora