CAPITULO 7: PUGNALARE

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Ripper | Pugnalare

- ¿En que estabas pensando exactamente Ripper? - El general Petrovich me miraba a través de unos papeles. - ¿Sabes en el lio que te has metido?

La verdad me importaba una mierda.

- Con el debido respeto general. - Pensé muy bien mis palabras. - Me vale mierda toda esta reprimenda.

Su mirada brillaba de rabia e ira. Me estaba aburriendo demasiado aquella conversación.

Cuando tomé la decisión de asesinar a la anciana Talía, sabía que mis acciones tendrían consecuencias. Sin embargo, en ese momento no sentí ningún tipo de remordimiento, al contrario, me sentí satisfecho con la decisión que había tomado. Para mí, el deshacerme de una molestia como ella era como quitarme un peso de encima, un dolor de cabeza menos en mi vida y en el mundo. A pesar de las posibles repercusiones, no podía negar el sentimiento de alivio que experimenté al librarme de esa carga. Mi conciencia estaba tranquila, ya que consideraba que había hecho lo correcto a pesar de las consecuencias que podría traer.

Arrepentirse es de inseguros y yo no lo era.

- Mas respeto o te enseñare las normas de - ODA a base de golpes muchacho. - Exclamo furioso.

Lo mire a través de mi mascara.

Yo conocía las reglas al dedillo, pero la verdad es que simplemente me importaban un comino. Parece que los idiotas de la ODA todavía no comprendían que no podían controlarme.

No me moleste en contestar.

Era innegable que admiraba al hombre por sus múltiples logros y éxitos en su vida. Sin embargo, aunque reconocía su grandeza, reservaba un profundo respeto hacia mi propio valor y autoestima. No estaba dispuesto a permitir que aquel individuo poderoso se creyera superior a mí. Su título y sus éxitos eran simplemente etiquetas y palabras vacías para mí, ya que no significaban nada en comparación con mi propio sentido de autovaloración y respeto hacia mí mismo.

- Para empezar has ido a una misión sin autorización, cosa que ya sabes que no puedes hacer sin el permiso de tus superiores que somos yo y el coronel. - Se levanta de la silla. - Has puesto en peligro a un novato con tus estupideces y no conformándote con eso vas y te cargas a la señora Talía Levy. Una señora la cual trabajo más de 40 años para nosotros. ¿Ves la gravedad de la situación?

La situación se veía complicada, pero sinceramente no me importaba en lo más mínimo. Si no fuera por mí, la familia probablemente habría descubierto las armas por sí mismos. Sin embargo, parece que en esta unidad el agradecimiento no es algo que se practique con frecuencia. Yo siempre he actuado según mi propia voluntad, sin tener que pedir permiso a nadie, especialmente siendo el hijo del jefe de la organización. Me he acostumbrado a ser libre y a hacer las cosas a mi manera, sin importar lo que opinen los demás.

Aun asi me mantuve callado. El que calla otorga.

En pleno discurso reprendedor del general, alguien llamó a la puerta, interrumpiendo la situación que agradecí, ya que estaba a punto de estallarme los tímpanos en ese preciso instante. A pesar de que aquí se respetan ciertos rangos, para mí todos y cada uno de ellos valen lo mismo.

- Adelante. - Soltó abrumado.

Cuando la puerta se abrió, pude ver a la secretaria del general, Lucy Harris, una mujer atractiva de unos treinta años. Sus ojos ardientes de deseo se clavaron en mí al encontrarse con mi mirada. Lucy era una mujer formal en su trabajo, pero cuando estábamos juntos, se transformaba en una amante apasionada. Aunque a veces podía resultar un poco pesada, no podía negar su belleza y su cuerpo de escándalo, aunque claramente intervenido por la cirugía. Sin embargo, para mí eso no importaba, al fin y al cabo, unas tetas son unas tetas. Cada encuentro con Lucy era una ocasión especial, donde la pasión y el deseo se desataban sin control. No importaba lo complicada que pudiera ser, al final del día, siempre terminábamos sucumbiendo al irresistible magnetismo que nos unía.

FALL RIVER: La Sombra Del MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora