CAPÍTULO CUATRO

1.8K 186 3
                                    



Seungmin caminaba de un lado a otro en la habitación con la hoja de papel entre sus dedos.

—¿Bloqueador solar? ¿Repelente contra insectos?

—¡Listos! —Respondió Dallia con emoción. Ella solita se había encargado de preparar su mochila para el día siguiente.

—Bien, creo que eso es todo. — Seungmin frunció el ceño mientras intentaba recordar qué más faltaba, pero nada venía a su mente. —¿Vamos al súper a comprar algo para tu merienda de mañana?

—Está bien. —Dallia alcanzó su chaqueta y asintió lista. Seungmin chequeó su billetera y llaves en su bolsillo. Al confirmar que todo estaba en su lugar, tomó la mano de su hija y ambos salieron del edifico hacia el súper.

Era un jueves en la tarde, al día siguiente Minho vendría con Jisung por Dallia para llevarla al campamento en la playa por el cual su hija llevaba semanas emocionada. Habían alistado las cosas con anticipación, pero de todos modos siempre quedaba la sensación de que estaban olvidándose de algo.

Al llegar al supermercado, Dallia caminó por los pasillos analizando tranquilamente las cosas que deseaba llevar al día siguiente, con Seungmin siguiéndola por detrás, sin prenderle la vista. Se acercaron a pagar luego de media hora; las bolsas en sus manos no pesaban tanto como esperaba.

El celular de Seungmin vibró cuando Dallia y él salían del supermercado para regresar a casa. El omega detuvo sus pasos, sacando el aparato para ver de quien se trataba.

Era Changbin.

En esos días no habían tenido ningún tipo de avance o acercamiento. De hecho, Seungmin estaba evitando un posible encuentro entre ambos porque sabía que Changbin iba a declararse oficialmente en la primera oportunidad que tuviera, y si bien es cierto que Seungmin había tomado una decisión, aún necesitaba mentalizarse en el hecho de que ya no serían solo su hija y él a partir de ahora. El omega soltó un suspiro, decidiendo que respondería el mensaje en casa. Guardó el aparato en su bolsillo derecho y se dispuso a seguir la caminata hacia casa, pero entonces se dio cuenta de que había soltado la mano de Dallia.

El corazón empezó a latirle con fuerza al darse cuenta de que ella no estaba con él.

—¿Dallia? —Habló con la voz temblorosa, mirando hacia todos lados, pero simplemente no había señales de la pequeña. —Por favor, amor, no es momento de jugar.

Seungmin empezó a recorrer el lugar con las manos y piernas temblando como gelatina; su omega no lo ayudaba a tranquilizarse. Cerró los ojos y tomó una profunda respiración, retomando sus pasos hacia el estacionamiento. Su mirada recorrió el lugar, deteniéndose en una camioneta negra con vidrios polarizados. El auto no tenía nada en especial, solo estaba ahí estacionado, pero una terrible sensación se instaló en su pecho, por lo que no dudó en acercarse casi corriendo.

No supo si fue buena idea o no, puesto que, en una fracción de segundo, Seungmin había sido arrastrado hacia dentro de la camioneta sin siquiera tener tiempo de abrir la boca para decir algo. Las bolsas cayeron al suelo; sintió el motor del vehículo encenderse y luego avanzar. Al instante, sus ojos fueron cubiertos por una venda, sus manos y piernas atadas por una soga, pero hasta el momento se mantenía en silencio. Fue lanzado hacia la parte trasera de la camioneta como si su cuerpo se tratara de un paquete sin importancia. Ni siquiera tuvo tiempo de quejarse por el dolor porque unos sollozos completamente conocidos para él llenaron sus oídos y el característico olor de su hija azotó su nariz.

Por alguna razón sentía más tranquilidad al sentirla junto a él, incluso si no era la mejor situación.

—¿Papi? ¡Papi! —Susurró Dallia. Lo más probable era que ella ya hubiese reconocido su olor dentro de la camioneta.

—Aquí estoy, amor. No voy a dejarte.

Como pudo, Seungmin se arrastró hasta dónde sus sentidos le decían que estaba su hija. Al instante, Dallia se pegó a su pecho. Al tener sus miembros superiores e inferiores atados, fue demasiado difícil, pero ambos lograron mantener su posición juntos el uno del otro.

Seungmin no tenía idea de qué estaba pasando, pero lo que sí sabía, es que nadie se atrevería a tocar a su hija, primero tendrían que pasar por su cadáver.

El hombre encapuchado miró hacia el omega y su hija. Sonrió con burla, sacando un teléfono de su bolsillo y tecleando rápidamente mientras su compañero seguía manejando.

—Señor Bang, lo tenemos.





Minho soltó un bostezo, recostado en el capó de su auto. Miraba su teléfono a la espera de que Seungmin tomara la llamada, pero el omega no lo hacía.

—Tal vez se quedaron dormidos. —Le habló Jisung a su alfa.

Minho frunció el ceño. Él conocía a Seungmin y sabía lo responsable que era en ese tipo de situaciones, pero sobre todo conocía a su hija y sabía perfectamente que la pequeña no dejaría que su papi omega se quedara dormido. Lo más probable es que ella ni siquiera haya podido dormir por la emoción. Había algo raro ahí, pero Minho no quería adelantarse a los hechos.

—Iré a ver qué pasó. —Avisó el alfa, guardando su teléfono en su bolsillo, y sacando el juego de llaves que Seungmin le dio para cualquier emergencia. —Espérame aquí, vendré enseguida.

Luego de que el omega asintiera, Minho se dedicó a entrar al edificio. Saludó al portero de turno y usó el ascensor para llegar al piso de Seungmin. Caminó hasta el departamento, con un sentimiento raro instalándose en su pecho.

Este aumentó cuando abrió la puerta y no vio a nadie.

—¿Seungmin? ¿Dallia? —Revisó la sala, el baño y los cuartos, pero no había nadie ahí. Lo único que pudo encontrar fue la maleta de su hija, lista y reposando en el sofá.

Entró a la cocina y vio que dos platos de comida reposaban en la mesa, cubiertos por un mantel blanco. Esa comida era de anoche... Ellos... ¿Acaso ellos no habían llegado a cenar? La conversación que había tenido con Seungmin días atrás azotó su mente con fuerza. Minho cerró los ojos imaginándose lo peor.

—Mierda, mierda, mierda. —Murmuró saliendo del lugar a gran velocidad, volviendo hacia su auto, donde Jisung lo esperaba con una mirada confundida al ver que salía del edificio sin Dallia.

—¿Honey?

—No hay nadie en el lugar, Hanji. Ellos no llegaron a dormir. —Habló, sacando su teléfono otra vez. —Tengo que llamar a Felix.





Mafia | Chanmin | AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora