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Amos

Entré al castillo con pasos rápidos y me dirigí de inmediato al armario de limpieza donde aún estaba Arabella. Metí la llave en la cerradura y empujé la puerta.

La imagen que me recibió me hizo apretar los dientes.

Arabella estaba acurrucada en sí misma sobre el piso, dormida o desmayada, no había diferencia.

Merda — maldije cuando intenté levantarla y descubrí que su piel estaba hirviendo. Tenía las mejillas rojas como fresas maduras y todo el cuerpo perlado de sudor, incluso su sucio vestido estaba húmedo. La acaricie el rostro, ignorando las grietas secas y llenas de sangre de sus labios, su puños también estaban en el mismo estado y viendo las manchas de sangre seca pegadas a la puerta medio astillada imaginé lo mucho que había luchando para salir. Le di algunos golpecitos en las mejillas intentando despertarla, pero no funcionó.

La saqué del armario, sintiendo el corazón sangrando por mi mujer. Anoche quería castigarla por sus ignorantes palabras, sólo unas horas encerrada para que aprendiera la lección, pero me fuí de la isla a resolver algunos asuntos y terminé alargando su castigo.

La lleve a nuestra habitación y la puse en medio de la cama antes de ir hasta el baño por toallas, un botiquín y pasé por la cocina en busca de varios recipientes con agua. Comencé a quitarle la ropa y mi preocupación era tanta que no tuve ni el más mínimo pensamiento lascivo por ese cuerpo que amaba tocar ya fuera en la ducha o cuando la abrazaba para dormir. Tomé su rostro y tomando un gran trago de agua, la besé para pasar el agua e hidratarla, también le di algunas pastillas para la fiebre y puse varios paños humedecidos con agua fría para enfriala. No era un experto, pero Gav y Eneva solían enfermarse mucho cuando eran niños y siempre le presté atención a los cuidados que mamá les daba para mejorarlos.

Inspeccione su tobillo y me di cuenta con  satisfacción que estaba inflamado. Seguramente intentó levantarse y jodió aún más la torcedura.

Era de esperarse. Arabella resultó siendo mucho más luchadora de lo que esperaba. Digamos que disfrutaba de sus caras malhumoradas de vez en cuendo, que luchara como un conejo con las patas rotas me encendía sabiendo que no obtendría nada.

Había intentado sanar su tobillo de forma honesta. Le cambié el vendaje cada vez y le di la medicina adecuada, pero no me molestaba que arruinara su recuperación una y otra vez. Sólo así podría llevarla de un lado a otro y volverla dependiente de mí. Cuando me pidió un par de muletas, estuve dispuesto a dárselas si me complacía, pero de nuevo lo arruinó para si misma.

Arabella continuó dormida. No importa qué tanto le hice, seguía flacida entre mis brazos. Fuí a la cocina y preparé una sopa ligera para que llenara su estómago una vez que despertara.

Realmente disfrutaba cocinar, mamá se empeñó en enseñarle a todos sus hijos cada vez que papá no prestaba atención. Ella era una cocinera grandiosa y decía que sería un pecado si no le transmitía el conocimiento a sus hijos. Resulté siendo su mejor estudiante porque Gav sólo podía hacer mierda picante que le quemaría la lengua hasta al Mexicano más experto, Eneva casi quema la cocina verías veces y terminó siendo despedida luego de un par de clases, y Vito no podía cocinar nada ni reencarnado en un cheff Michelin. Una vez dijo que no le importaba, que era un estúpides aprender cosas destinadas a los sirvientes, pero con los perfeccionista que era, sabía que en el fondo le jodia no ser bueno en algo tan sencillo.

Cocinar para Arabella era algo fácil y placentero como respirar. Cocinaría las mayores delicias para ella y cuando quisiera probar la sazón de alguien más, se daría cuanta que no hay mejor que la mía.

Luego se servir la sopa en un plato pequeño la lleve hasta la habitación. Sabía que no había cenado por lo que debía alimentarla como sea. Dejé el plato sobre una mesa para que se enfriara, me acosté a su lado y observé a detalle de su rostro. Cada vez que la veía o la sentía, mi corazón latía fuerte y tenía que recordarme una y otra vez que mi ella era real y no uno de mis sueños, que por fin estaba conmigo y nunca la volvería a perder de vista.

IMPERIO DE CADENAS [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora