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Pedri se había convertido en un segundo hijo para los Gavira.
Tenía una copia de las llaves de la casa y confiaban plenamente en él para todo, pero principalmente en todo lo que tenía que ver con Gavi.
Así que no era la primera vez que Pedri se quedaba con Gavi durante la noche, cuidando de él porque estaba con fiebre.
Era algo un poco preocupante, ya que Gavi solía ser muy propenso a tener fiebre.
El chico no parecía tener nada de malo, solo el dolor que no le dejaba hacer nada más que no fuera quedarse en cama.
Y en días así, Pedri se quedaba a su lado.
Esa noche, los padres de Gavi tenían que viajar a Sevilla por un asunto familiar, pero no podían llevar a Gavi enfermo con ellos, así que le habían pedido a Pedri que lo cuidara.
Ambos acostados en la cama matrimonial de los padres de Gavi, aunque el más joven se había quedado dormido sobre el pecho de Pedri, lugar donde se sentía cómodo porque sus latidos lo calmaban.
Con Gavi dormido sobre él, Pedri se planteaba si los sentimientos que tenía hacia el chico serían correspondidos.
Y tenía miedo.
No sabía bien desde cuándo, quizás desde el mismo día en que lo vio, pero comprendió que lo que sentía hacia él no era amistad, aunque todavía no lo había aceptado.
Mirando a Gavi dormir, Pedri pensó que no le molestaría ver eso todos los días.
Notó que el chico movía sus labios, y un poco los dedos de sus manos al dormir.
Le parecía adorable.
Lo acomodó sobre la almohada, para que él pudiera descansar.
Gavi pareció notar la lejanía de Pedri de su cuerpo, porque frunció el ceño en sueños, y se acurrucó más cerca del castaño, moviéndose peligrosamente cerca de sus labios y haciendo que la respiración de Pedri se cortara un momento.
Joder, su corazón no podía soportar eso.
Intentando calmarse para bajar el calor de su rostro, Pedri se concentró en seguir durmiendo.
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