Capítulo I: El comienzo

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Quien iba a pensar que hace una semana había salido con mis amigos a un bar y luego maté a un hombre (sin querer hacerlo) para posteriormente ser un recluta de una asociación secreta... pues bien, esta es mi historia... aquí estoy, una semana exacta desde aquel viernes... ese día en que cambié mi vida. Todo comenzó así...

-No quiero ir a NightDancing de nuevo- dijo Dereck, mi mejor amigo desde que tengo memoria. Mi secreto más profundo era él, si...por que le amaba desde siempre. No recuerdo haber amado a otra persona que no fuera él. La mayoría, podría pensar que tal vez su físico era el que me atraía, con su metro ochenta y tantos, su piel de trigueña levemente tostada, sus enormes ojos verdes que penetraban hasta la más insípida y sobria persona. Sus labios, tan deseables, tan carnosos eran increíbles.

Pero ¿qué era lo que me gustaba? Era su forma de ser conmigo, sus caricias cuando estábamos solos, su linda sonrisa que me regalaba al verme. Claro...solo como amigos. Él estaba y siempre estaría enamorado de Violetta Valenzuela, mi amiga Latina proveniente de Chile, un país que según describía era un asco pero la verdad nunca había ido y la idea de que alguien descubriera su procedencia latina la atormentaba día y noche es por eso que ella actuaba como toda una norteamericana tal cual como son todas las sosas chicas de acá. No media más de metro sesenta, pero su blanca piel, cuidada para que el mínimo rayo de sol no la atravesara, daba algo de miedo, quizás a mí me producía esa sensación.

-anda Derek... por mi ¿sí?-dijo sensualmente la chica- ¿Robert que dices tú?

-opino que sí, de todos modos siempre nos mandas-dijo un chico de estatura normal, pelirrojo, ojos cafés, que siempre llevaba su tablet a su lado. Era mi amigo desde hace un año, desde que entre a estudiar Ingeniería Nuclear en la prestigiosa (y aburrida) Oregon state University, en cambio Dereck estudiaba Medicina, al igual que Violetta en la misma institución.

-me gusta Mucho!-dijo Peace McGregor, una niña carismática que también la conocí este año en la universidad. Era increíblemente amorosa, la amaba por así decirlo, y si la gente nos viera, diría que somos amigos desde hace años. Era muy fantástico como congeniábamos, es más, fue tan así, que me "interesó" en cierto momento, pero todo eso se vino abajo, cuando me contó que era lesbiana... agradecí tanto la confianza puesta en mí, que me dieron ganas de decirle que también me atraían los chicos, pero no pude, no creo que pueda nunca...

Lo siento, Soy Nathaniel Xeraffi (Se pronuncia Sheraffi). Un americano de origen judío. Todos creen que al ser semita debería estar bañado en oro, pero se equivocan, nuevamente caímos en el juego de estereotipar, no soy rico, no tengo un banco, ni mucho menos controlo a un presidente, simplemente soy un humano, que vive con sus padres y dos hermanos hombres más, en una casa que caemos todos bien, no soy pobre, soy de clase media, con un auto, una buena universidad y por sobre todo, una buena salud. Conocí a Dereck Husak (se pronuncia Jiusak) desde hace mucho tiempo, cuando asistíamos a una sinagoga acá, en este estado, a decir verdad, no me gustaba mucho la religión y todo sus mandamientos exacerbados, por eso, luego ya cuando era más grande no me importo hacer Bar Mitzvá2, de hecho, a mis padres que ya eran más americanos tampoco les importó y es así como congelamos nuestra religión del judaísmo, no volvimos a asistir nunca más, pero lo que no dejé de lado, fue mi amistad por Dereck, mi mejor amigo. Luego entramos a la universidad, él a estudiar lo que siempre soñó, y yo, bueno, lo mío eran los números, pero también las letras, en mis tiempos libres escribía muchos libros, que nunca quise publicar, pero cuando Derek fue a mi casa un día, leyó uno por casualidad, le encantó tanto y me rogó que los publicara, le dije que no podía, porque son míos, nadie ajeno a mi puede leerlos... claro excepto tú, afirmé tratando de hacerme el lindo en cierta manera, pero no lo logré. Menos mal, que no encontró las historias homosexuales que escribía, sino, no hubiese pensado lo que sucedería, en fin, a los 15 años gané un campeonato, uno y otro por la escritura, nunca pensé que fuera algo tan satisfactorio ganar un premio por algo que tú le pones tanto empeño. Mi familia apenas me felicitaba, la verdad no me importaba que nadie le gustara las letras excepto a mí, más que mal, lo único que me realmente me importaba era que a él le gustara y me adulara.

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