Era una tarde lluviosa y el sonido de la lluvia contra las ventanas llenaba el apartamento de Chiara. En la cocina, el aroma a café recién hecho y galletas caseras se mezclaba con el ambiente acogedor. Chiara estaba de pie frente al mostrador, colocando las galletas en una bandeja, mientras Ruslana, su mejor amiga, estaba sentada a la mesa con una taza de café caliente entre las manos.-Gracias por venir,Rus. Necesitaba hablar contigo.-dijo Chiara, con una nota de nerviosismo en su voz.
Ruslana sonrió con calidez.
-Siempre estoy aquí para ti, Kiki. ¿Qué pasa?
Chiara suspiró y se sentó frente a su amiga, tomando una galleta y jugando con ella entre sus dedos.
-Es Violeta. Mis sentimientos por ella... son tan fuertes que a veces me abruman.
Ruslana arqueó una ceja, interesada.
-Cuéntame más. ¿Qué es lo que te está abrumando?
Chiara miró a su amiga, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
-Es difícil de explicar. La amo tanto que a veces me asusta. Me preocupa que no pueda ser la persona que ella necesita, que de alguna manera la decepcione.
Ruslana asintió lentamente, comprendiendo.
-Es normal tener dudas,Kiki. El amor profundo a menudo viene con un poco de miedo. Pero, ¿qué te hace pensar que la decepcionarás?
Chiara tomó un sorbo de su café, buscando consuelo en el calor de la taza.
-Violeta es tan increíble. Es fuerte, decidida, y siempre sabe lo que quiere. A veces siento que soy menos en comparación.
Ruslana puso su mano sobre la de Chiara, brindándole apoyo.
-Kiki, eres una persona maravillosa. Violeta te ama por quien eres, no por lo que crees que deberías ser. Lo que sientes es inseguridad, pero eso no define tu relación.
Chiara bajó la mirada, reflexionando sobre las palabras de su amiga.
-¿Cómo puedo dejar de sentirme así?
Ruslana sonrió, dándole un apretón en la mano.
-Habla con ella. La comunicación es clave en cualquier relación. Comparte tus miedos y tus inseguridades. Te sorprenderá lo comprensiva que puede ser Violeta.
Chiara asintió lentamente.
-Tienes razón. Necesito ser honesta con ella.
Ruslana se recostó en su silla, observando a su amiga con cariño.
-Recuerda también que el amor es un viaje. Habrá momentos de duda, pero también habrá momentos de absoluta felicidad. Y todos esos momentos son importantes.
Chiara sonrió, sintiendo que una carga se aligeraba en su pecho.
-Gracias, Ruslana. Eres la mejor.
Ruslana se rió suavemente.
-Para eso están los amigos, ¿no?
Las dos amigas compartieron una sonrisa cómplice, sabiendo que, pase lo que pase, siempre se tendrían la una a la otra. La tarde continuó con risas, anécdotas y sueños compartidos, mientras la lluvia seguía cayendo suavemente, como una melodía que marcaba el ritmo de sus corazones unidos por la amistad.
