Chiara y Violeta se despertaron al mismo tiempo aquella mañana de mayo, entrelazadas bajo las suaves sábanas de lino que habían elegido juntas en su último viaje a Italia. El sol se filtraba a través de las cortinas de encaje, llenando la habitación con una luz dorada que parecía anunciar algo especial. Chiara, de cabello oscuro y ojos verdes brillantes, se estiró lentamente, disfrutando del calor del cuerpo de Violeta a su lado. Violeta, con su melena pelirroja y ojos de un marrón profundo, sonrió y le dio un suave beso en la frente.—Buenos días, amor —susurró Violeta.
—Buenos días —respondió Chiara, devolviéndole el beso—. Hoy es el día.
Ambas sabían a qué se refería Chiara. Después de meses de intentos y de una montaña rusa emocional, hoy recibirían los resultados de la última prueba de fertilidad. Era un proceso que habían decidido enfrentar juntas desde el inicio de su relación, con la esperanza de formar una familia.
Después de un desayuno ligero en la cocina, donde las paredes estaban decoradas con fotos de sus viajes y momentos felices, el timbre del teléfono rompió la serenidad de la mañana. Violeta se apresuró a contestar, mientras Chiara observaba ansiosamente.
—¿Dra. Rivera? Sí, somos Chiara y Violeta. Estamos listas para escuchar los resultados.
El rostro de Violeta se transformó en una mezcla de ansiedad y esperanza. Chiara tomó su mano, entrelazando sus dedos para brindarle apoyo.
—Entiendo —continuó Violeta—. Sí, estamos aquí juntas. ¿Qué? ¿De verdad?
Los ojos de Violeta se llenaron de lágrimas de felicidad mientras escuchaba a la doctora. Chiara, incapaz de contenerse más, buscó respuestas en el rostro de su amada.
—Chiara, ¡vamos a ser mamás! —exclamó Violeta, dejando caer el teléfono para abrazar a Chiara con fuerza—. ¡La prueba fue positiva!
Las lágrimas corrieron por las mejillas de ambas mientras se abrazaban, riendo y llorando al mismo tiempo. Habían soñado con este momento durante tanto tiempo, y ahora, por fin, su sueño se estaba haciendo realidad.
—No puedo creerlo —dijo Chiara, aún abrazada a Violeta—. Vamos a tener un bebé, Violeta.
—Sí, amor. Nuestro bebé —respondió Violeta, besando a Chiara tiernamente—. Este es solo el comienzo de nuestra aventura.
Pasaron el resto del día en una nube de felicidad, llamando a sus amigos y familiares para compartir la noticia. Cada llamada se llenaba de gritos de alegría y felicitaciones. Por la noche, se sentaron juntas en el sofá, rodeadas de planes y esperanzas para el futuro.
—¿Te das cuenta de que nuestras vidas están a punto de cambiar por completo? —preguntó Chiara, acariciando el vientre de Violeta con ternura.
—Lo sé —respondió Violeta, colocando su mano sobre la de Chiara—. Y no puedo imaginarme un mejor cambio. Este bebé será el reflejo de nuestro amor y todo lo que hemos construido juntas.
Mientras las estrellas brillaban en el cielo nocturno, Chiara y Violeta se quedaron dormidas en los brazos de la otra, soñando con el maravilloso futuro que les esperaba. Ahora, más que nunca, sabían que juntas podían enfrentar cualquier cosa. Y con un bebé en camino, su amor y su familia solo se fortalecerían más.
El día de la primera ecografía llegó acompañado de una mezcla de nervios y emoción. Chiara y Violeta se despertaron temprano, compartiendo un desayuno ligero en la cocina. El sol de la mañana se filtraba por las ventanas, llenando la estancia de una calidez que contrastaba con el ajetreo interno de sus corazones.