Chiara y Violeta estaban acomodadas en el sofá de su apartamento en Madrid, disfrutando de una tranquila tarde de domingo, cuando sonó el teléfono. Era Denna, una de sus mejores amigas, y madre de una pequeña de un año llamada Mía.—Hola, Denna —respondió Chiara, mientras Violeta se inclinaba curiosa para escuchar la conversación.
—¡Hola, Chiara! Espero no estar interrumpiendo nada —dijo Denna con tono apurado—. Alex y yo tenemos una emergencia familiar y necesitamos salir de la ciudad por un par de días. No sabemos con quién dejar a Mía y pensamos en vosotras. ¿Podrían cuidarla?
Chiara miró a Violeta, quien asintió de inmediato. Ambas adoraban a Mía y ya habían cuidado de ella en ocasiones anteriores, aunque nunca por tanto tiempo.
—¡Por supuesto, Denna! Nos encantaría cuidar de Mía. Tráela cuando podáis.
—¡Gracias! Estaremos allí en una hora —respondió Denna, aliviada.
Violeta se levantó del sofá y comenzó a preparar el apartamento para la llegada de Mía. Sacó algunos juguetes que tenían guardados y ajustó la cuna portátil en la habitación de invitados.
—Esto será divertido —dijo Violeta, sonriendo—. Hace tiempo que no pasamos tiempo con Mía.
Chiara asintió, mientras revisaba algunas recetas de purés para bebés en su tablet.
Una hora más tarde, Denna y Alex llegaron al apartamento con Mía. La pequeña, con sus rizos rubios y ojos grandes y azules, parecía algo confundida al principio, pero rápidamente sonrió al ver a Chiara y Violeta.
—Aquí está todo lo que necesita —dijo Denna, entregando una bolsa grande—. Hay ropa, pañales, comida y su juguete favorito. Gracias de nuevo, chicas. No sabemos cómo agradeceros esto.
—No os preocupéis —dijo Violeta, tomando a Mía en brazos—. Nos encargaremos de todo. ¡Vuestra pequeña está en buenas manos!
Denna y Alex se despidieron con rapidez, dejando a Chiara y Violeta solas con Mía. La pequeña comenzó a explorar su nuevo entorno, gateando por la sala mientras Chiara y Violeta la seguían de cerca.
El primer día transcurrió sin contratiempos. Chiara preparó un puré de zanahoria y calabacín para la cena de Mía, quien comió con gusto. Después de la cena, le dieron un baño y la acostaron en la cuna portátil.
—Se ha portado muy bien —dijo Violeta, acurrucándose en el sofá junto a Chiara—. Es una niña muy tranquila.
Chiara asintió, aunque sabía que el verdadero desafío comenzaría al día siguiente. Ambas se fueron a la cama temprano, preparándose para lo que prometía ser un día lleno de actividad.
A la mañana siguiente, Chiara y Violeta se levantaron temprano con los suaves murmullos de Mía desde la cuna. La pequeña estaba despierta y llena de energía.
—Buenos días, pequeña —dijo Chiara, levantándola y dándole un beso en la frente—. ¿Lista para un día de aventuras?
Después de un desayuno rápido, decidieron llevar a Mía al parque cercano. El aire fresco de la mañana era perfecto para una salida al aire libre. Llegaron al parque y encontraron un área de juegos para niños pequeños.
—Mira, Mía, columpios —dijo Violeta, señalando los coloridos juegos.
Chiara ayudó a Mía a sentarse en uno de los columpios y comenzó a empujar suavemente. La risa de Mía llenó el aire, atrayendo la atención de otros padres y niños en el parque.
—Es adorable —comentó una madre cercana, sonriendo a Chiara y Violeta.
Pasaron la mañana en el parque, jugando y disfrutando del buen clima. Mía estaba encantada con todo, desde los columpios hasta el tobogán pequeño. Cuando llegó la hora de la siesta, regresaron al apartamento.
La tarde trajo consigo algunos desafíos. Mía, como cualquier niño pequeño, tenía momentos de impaciencia y frustración. Chiara y Violeta se turnaban para entretenerla y calmarla cuando se ponía inquieta.
—Esto es definitivamente un trabajo a tiempo completo —dijo Chiara, riendo mientras intentaba alimentar a Emilia con una cuchara de puré de frutas.
—Pero también es muy gratificante —añadió Violeta, observando a Mía jugar con una torre de bloques de colores.
Durante la tarde, hicieron una videollamada con Denna y Alex para que pudieran ver a Mía.
La pequeña sonrió y agitó las manos al ver a sus padres en la pantalla, aunque parecía contenta y tranquila en compañía de Chiara y Violeta.
La noche llegó rápidamente. Después de cenar, Chiara y Violeta decidieron leerle un cuento a Mía antes de dormir. Eligieron un libro de cuentos con ilustraciones coloridas y comenzaron a leer.
—Había una vez una pequeña estrella que quería brillar más que ninguna otra en el cielo —leyó Violeta, mientras Mía miraba las ilustraciones con fascinación.
Después del cuento, acunaron a Mía hasta que se quedó dormida. La colocaron en su cuna con cuidado y se retiraron a su habitación.
—Hemos sobrevivido un día entero —dijo Chiara, riendo suavemente mientras se acomodaba en la cama.
—Y lo hemos disfrutado —respondió Violeta, tomando la mano de Chiara—. Mía es un sol. Esto nos ha hecho pensar en el futuro, ¿no crees?
Chiara sonrió y asintió. Aunque cuidar de un niño pequeño era agotador, también había sido una experiencia enriquecedora y llena de amor.
A la mañana siguiente, Denna y Alex regresaron al apartamento de Chiara y Violeta. Encontraron a Mía jugando tranquilamente en la sala, rodeada de sus juguetes.
—¡Mira quién ha vuelto! —dijo Chiara, levantando a Mía para que saludara a sus padres.
—¡Mami! ¡Papi! —dijo Mía, estirando los brazos hacia ellos.
Denna y Alex abrazaron a su hija, agradecidos y emocionados de volver a verla.
—No sabemos cómo agradeceros esto —dijo Denna, con lágrimas en los ojos—. Habéis sido increíbles.
—Nosotras hemos disfrutado mucho de tener a Mía —respondió Violeta—. Siempre seréis bienvenidos si necesitáis ayuda.
Después de algunas charlas y risas, Denna y Alex se despidieron, prometiendo volver a verse pronto. Chiara y Violeta se sintieron satisfechas y felices de haber ayudado a sus amigos y de haber tenido la oportunidad de pasar tiempo con Mía.
Esa noche, Chiara y Violeta se sentaron en el sofá, reflexionando sobre la experiencia de cuidar a Mía.
—Ha sido un fin de semana agotador, pero maravilloso —dijo Chiara, apoyando su cabeza en el hombro de Violeta.
—Sí, y me ha hecho pensar mucho en nuestro futuro —respondió Violeta—. Quizás algún día podríamos tener nuestra propia familia.
Chiara sonrió y tomó la mano de Violeta.
—Estoy segura de que seríamos unas madres estupendas. Pero por ahora, vamos a disfrutar de nuestra tranquilidad —dijo Chiara, riendo suavemente.
Ambas se quedaron en silencio, disfrutando de la paz y la compañía mutua, sabiendo que, aunque el futuro era incierto, siempre estarían juntas, enfrentando cualquier desafío y disfrutando cada momento compartido.