Chiara estaba sentada en una cafetería del centro, absorta en su laptop. El bullicio del lugar era apenas un murmullo distante para ella. La campanilla de la puerta sonó cuando alguien entró, pero Chiara no levantó la vista, concentrada en terminar un informe de trabajo. Sin embargo, una voz familiar la hizo detenerse en seco.—Chiara... —dijo Violeta, con una mezcla de sorpresa y cautela.
Chiara alzó la mirada y se encontró con Violeta, su exnovia a la que no había visto en dos años. El tiempo no había cambiado mucho a Violeta: seguía teniendo el mismo pelo pelirrojo y desordenado, y esos ojos marrones que Chiara recordaba tan bien.
—Violeta... Hola. —Chiara cerró su laptop y se quedó mirando a Violeta, sin saber qué decir.
—No esperaba encontrarte aquí —continuó Violeta, acercándose a la mesa con una sonrisa tímida.
—Yo tampoco esperaba verte —respondió Chiara, intentando sonreír, aunque sentía una extraña mezcla de emociones.
Hubo un momento de silencio incómodo. Finalmente, Chiara se armó de valor y señaló la silla frente a ella.
—¿Quieres sentarte?
—Claro, gracias. —Violeta se sentó y miró a Chiara con curiosidad. —¿Cómo has estado?
—Bien, he estado ocupada con el trabajo. Ya sabes, la vida sigue. ¿Y tú? —Chiara intentó mantener la conversación ligera.
—He estado viajando un poco, explorando nuevas oportunidades. —Violeta hizo una pausa y luego añadió—: De hecho, acabo de volver a la ciudad hace unos días.
—Eso suena emocionante —respondió Chiara, aunque no podía evitar sentir una punzada de nostalgia.
Justo cuando Chiara estaba a punto de preguntar algo más, un hombre se acercó a su mesa.
—Disculpa, ¿eres Chiara? —preguntó el hombre con una sonrisa.
—Sí, soy yo. ¿Nos conocemos? —Chiara frunció el ceño, intentando recordar.
—No, pero te he visto en LinkedIn. Soy Marcos, trabajo en la misma industria y he estado queriendo conocerte en persona para discutir una posible colaboración. Qué coincidencia encontrarte aquí.
—Oh, claro, encantada de conocerte, Marcos. —Chiara estrechó su mano, todavía sorprendida por la situación.
—No quiero interrumpir, pero me preguntaba si podríamos tener una reunión rápida más tarde. ¿Te parece bien?
—Claro, ¿me das tu tarjeta? Te llamaré más tarde para coordinar.
Marcos le entregó su tarjeta y se despidió amablemente. Chiara volvió su atención a Violeta, sintiendo que el momento se había vuelto aún más extraño.
—Parece que eres una persona muy solicitada —comentó Violeta con una sonrisa torcida.
—Algo así. —Chiara se rió, pero luego se volvió seria—. Violeta, nunca llegamos a tener una conversación adecuada después de... bueno, de nuestra ruptura.
Violeta asintió, y en sus ojos se podía ver una chispa de la vieja conexión que compartían.
—Tienes razón. Nunca lo hicimos, y creo que ambas lo necesitamos.
—¿Te parece bien si salimos a caminar? Aquí hay demasiado ruido y... recuerdos —sugirió Chiara, levantándose.
—Me parece perfecto —aceptó Violeta.
Salieron de la cafetería y caminaron en silencio por un rato, cada una sumida en sus pensamientos. El parque cercano les ofreció un refugio tranquilo donde podían hablar sin interrupciones.
—Siento mucho cómo terminaron las cosas entre nosotras —comenzó Chiara, rompiendo el silencio.
—Yo también lo siento. Fue un momento difícil para ambas, y no manejamos bien la situación —admitió Violeta.
—Quizás podríamos intentar ser amigas, empezar de nuevo, sin el peso del pasado —sugirió Chiara.
Violeta sonrió, una sonrisa sincera y esperanzada.
—Me gustaría eso. Tal vez este reencuentro inesperado sea una oportunidad para sanar y avanzar.
Ambas se miraron a los ojos, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, algo nuevo y positivo estaba empezando a surgir entre ellas. No sabían qué les deparaba el futuro, pero estaban dispuestas a descubrirlo juntas, paso a paso.
Chiara y Violeta continuaron su caminata por el parque, sintiendo el peso de sus antiguas tensiones aligerarse con cada paso. El sol de la tarde bañaba el lugar en una luz cálida y acogedora, ofreciendo un escenario perfecto para la reconciliación.
—¿Recuerdas cuándo solíamos venir aquí después del trabajo? —preguntó Violeta, rompiendo el silencio con una sonrisa nostálgica.
—Sí, cómo olvidarlo. Siempre buscábamos la misma banca cerca del lago. —Chiara sonrió también, dejando que los recuerdos fluyeran.
Ambas se dirigieron a la banca que mencionaron y se sentaron, mirando el agua y los patos que nadaban despreocupadamente.
—Chiara, ¿te has preguntado alguna vez cómo habrían sido las cosas si hubiéramos hecho las cosas de manera diferente? —preguntó Violeta, su voz teñida de melancolía.
Chiara se tomó un momento antes de responder.
—A veces, pero también creo que todo lo que pasó nos ayudó a crecer. Quizás no estaríamos aquí, hablando como dos personas maduras, si no hubiéramos pasado por todo aquello.
—Tienes razón. —Violeta suspiró—. Y, aunque fue doloroso, creo que estoy agradecida por las lecciones que aprendí.
—¿Qué te parece si comenzamos de nuevo? —propuso Chiara, girándose para mirarla directamente—. Podemos conocernos como las personas que somos ahora, sin las sombras del pasado.
—Me parece una gran idea. —Violeta sonrió, esta vez con una calidez que reflejaba esperanza.
En ese momento, un grupo de niños corriendo pasó junto a ellas, uno de ellos tropezó y cayó cerca de donde estaban sentadas. Chiara se levantó rápidamente para ayudar al niño.
—¿Estás bien? —le preguntó, ayudándolo a levantarse.
El niño asintió con lágrimas en los ojos, pero pronto se recuperó y corrió de vuelta hacia sus amigos. Chiara y Violeta rieron ante la situación.
—¿Recuerdas cuando soñábamos con tener hijos y formar una familia? —preguntó Violeta, su tono era suave, casi un susurro.
—Sí, lo recuerdo. —Chiara se quedó pensativa por un momento—. Quizás algún día, en un futuro diferente, esos sueños aún puedan hacerse realidad, de una forma u otra.
Violeta asintió, aceptando la incertidumbre del futuro con una serenidad nueva.
—Pero por ahora, —continuó Chiara—, creo que debemos enfocarnos en reconectar y en disfrutar el presente. ¿Qué te parece si organizamos una cena en mi casa esta semana? Podemos cocinar juntas, como solíamos hacerlo.
—Me encantaría. —Violeta respondió con entusiasmo—. Será divertido, y una buena oportunidad para ponernos al día.
Pasaron las siguientes horas caminando y hablando sobre sus vidas actuales, sus trabajos, sus nuevas amistades y los pequeños logros y desafíos del día a día. La conversación fluía naturalmente, como si el tiempo no hubiera pasado.
Finalmente, cuando el sol comenzó a ponerse, Chiara se detuvo y miró a Violeta con una expresión seria.
—Violeta, quiero que sepas que realmente valoro esta oportunidad de tenerte de nuevo en mi vida, aunque sea de una manera diferente.
—Yo también, Chiara. Vamos a ver a dónde nos lleva esto, sin expectativas ni presiones. Solo disfrutemos el viaje.
Se despidieron con un abrazo cálido, uno que marcaba un nuevo comienzo, lleno de promesas y esperanzas. Mientras cada una se dirigía a su casa, no pudieron evitar sentir una mezcla de emoción y tranquilidad. Habían dejado atrás las heridas del pasado y estaban listas para explorar lo que el futuro les tenía preparado, juntas, aunque fuera como amigas.
