๑ Capitulo 2 ๑

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Liety relata con entusiasmo:

Tras haber decidido seguir a Miguel para recuperar mi lazo, nos encontramos en un rincón remoto del bosque. Un lugar encantador, donde miles de velas danzaban suavemente, iluminando el entorno con un brillo mágico. La belleza del paisaje me dejó sin aliento.

—Escúchame —le dije, sintiendo el cansancio pesando en mis palabras—. ¿Por qué no me devuelves mi lazo?

—Está bien, aquí tienes —respondió Miguel, dando un par de pasos hacia mí.

Aprovechando un instante, me robó un beso.

—¿Pero estás loco? —exclamé, tomando su cuello y empujándolo.

En un instante de locura, él se aferró a mi blusa, y juntos nos precipitamos por el borde del abismo.
Después de un rato, abrí los ojos y me percaté de que llevaba una herida. Parece que una astilla de rama se había alojado cerca de mis costillas.
La sangre, espesa y cálida, serpenteaba por mi cintura, creando un rastro oscuro y siniestro. La rama seguía aferrada, como un souvenir de una batalla no ganada.
Eché mano de las últimas reservas de energía que me quedaban y logré liberarme de ella.
Un grito desgarrador de dolor y desesperación resonó en la oscuridad del bosque, reverberando entre los árboles como un eco maldito. La penumbra cubría todo a su alrededor y, al buscar con ansiedad, me di cuenta de que el chico había desaparecido por completo.
Comencé a andar con cautela, intentando avanzar hacia la escuela, pero la pérdida de sangre era demasiado grande. Finalmente, mis fuerzas me abandonaron y caí desvanecida en el suelo. Unas lágrimas surcaron mis mejillas y un escalofrío recorrió mi corazón: ¿sería este el momento en que todo terminara?

  Relata Cristian

Yo, sumido en la calma de mi lectura, no anticipé el giro inesperado hasta que mis ojos se detuvieron en un pequeño tablero ilustrado en las páginas del libro. Continué sumergiéndome en las palabras y descubrí que en su interior habitaba una esencia especial, un espíritu que le daba vida y color a su ser. Que solo se liberaría a través de la sangre, y al emerger, se apoderaría de aquellos cuyas almas estuvieran consumidas por el odio y el ansia de destrucción. Hasta que logre hallar un cuerpo renovado para volver a pisar el mundo de los vivos.
Con el paso de los minutos, las luces de la biblioteca comenzaron a parpadear, y una voz enigmática resonó en mis oídos: "Dame tu sangre".

El miedo me invadió de tal forma que no dudé ni un instante en abandonar el lugar, dejando atrás el libro sobre la mesa.

Narra el desconocido.

—Finalmente, tengo entre mis manos el libro que tanto anhelaba. ¡Por fin, el momento ha llegado para que todos descubran la brillantez de mi mente!

Continua narrando Cristian.

Al cruzar la puerta de mi habitación, me encontré con Miguel, gravemente herido. Su mirada, un abismo de desesperanza, me hizo inquietarme.

—¿Dónde está mi amiga? —le pregunté con la voz entrecortada, sintiendo que el temor me ahogaba.

Su silencio era más aterrador que cualquier palabra. Sin obtener respuesta, la desesperación me impulsó a salir disparado de la habitación.

Agarré una linterna de la zona de emergencia y me interne en el bosque, decidido a encontrar a Liety.

El tiempo se estiraba en mi mente como un chicle, con cada minuto que pasaba sin rastro de ella.
Justo cuando la niebla comenzaba a apoderarse de mis pensamientos, vislumbré una figura en el suelo. Mi corazón se aceleró y corrí hacia ella, solo para toparme con la dolorosa realidad: mi mejor amiga yacía inconsciente. La abracé con ternura y la conduje hacia las escaleras traseras del colegio, donde sus risas se mezclaban con el susurro de los secretos.
Al cruzar la puerta, me desplomé de rodillas en el pasillo, como si el peso del mundo hubiera decidido hacerse sentir de golpe. Comencé a clamar por ayuda, y en cuestión de segundos, los estudiantes comenzaron a salir en tropel. Sin perder tiempo, llamaron a una ambulancia, y en apenas diez minutos, vislumbré cómo se llevaban a mi amiga. Una vez que logré serenarme, subí a la habitación donde Miguel yacía en un profundo sueño.
En un impulso inesperado, le di un golpe duro en el rostro para despertarlo.
Al observar la intensidad de la contienda, Marcos levantó la mano y nos hizo señal de parar. Le narré lo que había ocurrido y, tras unos minutos de reflexión, Miguel se disculpó. Para evitar cualquier tensión, opté por perdonarlo. Al cabo de dos días, mi amiga había vuelto a estar bien, recuperándose velozmente. La herida, al final, resultó ser más superficial de lo que había imaginado. Al regresar, la emoción nos llenaba mientras contábamos las horas para el día siguiente, el momento en que finalmente conoceríamos a nuestros nuevos compañeros de clase.

Escuela Sangrienta [ En remodelación ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora