灬⁠º capitulo 7 º⁠灬

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Geisi relata su experiencia:

Al despuntar el día, me levanté de la cama con un martilleo ensordecedor en la cabeza. Arrastrándome como un zombie, busqué refugio en el baño, anhelando que el agua me revitalizara. Sin embargo, al encender la ducha, una sorpresa me aguardaba: el chorro ardía como si lo hubiera sacado de una olla al fuego.
Intenté ajustar la llave con desesperación, pero fue inútil; el agua parecía decidido a convertirme en una langosta.

Salí disparada del baño, apresurándome para no quemarme después de la ducha.
Justo cuando el agua se detuvo, algo extraño comenzó a suceder: el baño empezó a inundarse con un torrente oscuro y espeso de sangre.

—¿Qué está pasando? ¡Todo es un juego de mi mente! —pensé, intentando calmarme mientras respiraba profundamente, pero la sangre continuaba fluyendo sin tregua.

Al estirar la mano hacia la puerta, me di cuenta de que estaba sellada

—¡No puede ser!

—Jajaja, ¿ves lo que se siente estar en plena crisis? —la voz burlona se manifestaba, llena de superioridad.

—¡No, tú no eres real! —grité, desbordando mi angustia.

—Oh, qué grosería. Me lastimas, ¿sabes? Para tu información, estoy aquí gracias a tus pequeños amigos.

—¡Basta ya! ¡Sal de mi cabeza! —grité con toda la fuerza que me quedaba.

Abrí los ojos de golpe y todo parecía estar en su lugar. Terminé de ducharme y me dirigí hacia la habitación de Cristian.

Ahora, narra Cristian:

Yo yacía sumido en un sueño profundo, cuando de repente, una voz resonó en mi mente, quebrando la calma. Era una voz desesperada que clamaba:

"Cristian, ayúdame, por favor, ¡no quiero morir!".

—Hola, ¿quién eres? —pregunté, intrigado y, al mismo tiempo, asustado.

—Sigue mi voz, aquí estoy.

—¿Dónde estás? No puedo verte...

—¡Rápido, aquí!

Salí disparado del salón y, al abrir la puerta, me vi rodeado por pasillos que parecían ramificarse en mil direcciones.

—¿Por dónde empiezo? —grité, sintiendo que la desesperación me invadía.

—¡Ayuda, por favor!

Seguí corriendo tras aquella voz que resonaba en la lejanía, pero, por más que me esforzaba, el destino seguía siendo el mismo.

—¿Dónde estás? ¡No puedo verte!

—¡Ayúdame!

TIEMPO REAL

—Cristian, ¡despierta! —llamó Geisi, con un tono que mezclaba urgencia y preocupación.

Observé cómo Cristian movía la cabeza de un lado a otro, atrapado en una pesadilla.
Para sacarlo de su letargo, lo tomé de los hombros.

—¡Vamos, despierta!

—¡Nooo! —se le escapó un grito lleno de angustia.

—¿Estás bien? —pregunté, alarmada.

—¿Qué haces aquí? —inquirió Cristian, todavía aturdido.

—Tengo que hablar contigo.

—Si te vas y me dejas cambiarme primero, hablamos.

—Como quieras.

Me di la vuelta y continuamos conversando.

—¿Qué puede ser tan urgente que me despiertas en plena mañana de sábado? —cuestionó, con un dejo de inquietud.

Escuela Sangrienta [ En remodelación ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora