Capítulo 1

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ALANA

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- ¿Puedes apagar la tele? -mi voz retumbó por toda la habitación, aquel hombre bigotudo me observó detenidamente durante unos segundos y acabó haciendo lo que le pedí mientras refunfuñaba algo que no logré escuchar con claridad.

Tragué saliva y comprobé que Nair estaba dormida o al menos, que le faltaba poco para conciliar el sueño. Aquel hombre salió por la gran puerta de cristal dejándome sola y se reunió con varios hombres en lo que resultaba ser una terraza acristalada. Le acaricié el pelo a la niña de dos años que descansaba sobre mi pecho y miré a Iria, la cual se distraía pintando un dinosaurio que su abuelo le había impreso un par de horas antes. En cualquier otro momento habría solicitado el silencio por Nair, para que pudiera dormir tranquila, pero aquel día todo fue tan distinto. Se cumplió un año desde que pisé aquella casa, un año desde que mi vida cambió por completo y lo último que quise fue ver mi cara en las noticias. No quise ver a mi familia destrozada, sabía que estaban bien y con eso me bastaba. No podía hacer nada más que intentar no pensar en ellos porque cada vez que lo hacía me venía a bajo y no quise volver a entrar en el mismo bucle de siempre. Verlos a través de una pantalla removió todo en mi interior, fue como si en vez de un año hubiera pasado tan solo un par de días y todos los sentimientos hubiesen florecido de nuevo.

Me encontraba lejos, no tanto como pensaba al principio, sabía que habíamos abandonado España, pero no hasta que punto. Me durmieron nada más subir a la barca y desperté en una habitación blanca con una cama y una mesa de madera, lo último que recuerdo de aquella noche son los ojos de Héctor y como me miraban sintiendo lo que me pareció arrepentimiento y compasión. Negué, no me creí aquella mirada, ni mucho menos sus intenciones, lo hizo a conciencia y con eso me quedé. No lo volví a ver, se esfumó y desapareció de mi vida tan rápido como llegó ese interés repentino en mí. Oí hablar de él, su padre lo mencionaba a diario, a él y a Thiago que tiempo después descubrí que se trataba de su hermano mayor y que fue él quien elevó mi cuerpo aquel día en la playa y me subió en aquella barca. Estaban haciendo algo, ¿el qué? Pues ni idea, intentaba enterarme, pero siempre acababan dándose cuenta de que me entrometía en cada conversación que tenían y se callaban o se alejaban. Un año cargado de incertidumbre en el que acabé viviendo en Marsella, en una mansión gigante donde no se me permitía salir de aquel recinto amurallado que parecía tener unos muros que ni una ciudad en la Edad Media. Aquello parecía una cárcel en la que tuve siempre marcado un perímetro y no podía acercarme a la entrada principal, como tampoco podía salir de aquella casa, ni hablar con cualquier persona que tuviera una autorización colgada de su cuello.

Al principio no entendí nada, me cambiaron de habitación a los pocos días y me acabé acomodando en una lo suficientemente grande como para contener en ella un vestidor, un baño privado y una terraza con una hamaca y una mesa. Parecía un mini piso, solo le faltaba la cocina para poder vivir allí sin necesidad de salir de aquella habitación. Me dejaron decorarla a mi gusto, al igual que me dieron una tarjeta y me dejaron comprarme toda la ropa que quisiese. No sabía cual era mi función allí, como tampoco sabía que estaba pasando y me dediqué a seguir órdenes por miedo a las represalias que pudieran tener. Sentir miedo, viví meses asustada, cada persona que pasaba a mi lado me causaba rechazo y no fue hasta el octavo mes que conseguí relajarme y por desgracia, acabé normalizando conductas muy desagradables.

ERROR 707 ▪︎ HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora