Capítulo 11

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ALANA

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La noche opacaba mis pensamientos, subida en aquel Maserati sintiendo que me estaban llevando a las puertas de la muerte. Ver a Héctor conducir se convirtió en un pecado digno de admirar. Tenía la mandíbula tensa, supongo que por tener que estar callado durante todo el trayecto. Conducía con una mano al volante y la otra en la palanca de marchas. Vestía un total black al que ya estaba acostumbrada a verle, pero siempre impactaba. Parecía que siempre iba igual, pero siendo sincera aquello era lo de menos. El porte que tenía conseguía que cualquier prenda le sentara bien. Apoyé la cabeza en la ventanilla y respiré hondo, el silencio me mató. Amaba el silencio, pero cuando era reconfortante y aquel no lo era, desde luego que no. Se podía cortar la tensión con un cuchillo, él seguía cabreado por algo que supuestamente había hecho yo, mientras tanto, yo trataba de apaciguar los nervios que sentía. Conforme los minutos pasaban sentía que se me iba a salir el corazón del pecho. El catalán agarró su móvil y cambió la canción.

Naturaleza de Anuel.

Me miró de reojo, comprobando que estaba atenta a sus movimientos y opté por escuchar la letra. Era tan básico y tan obvio que enseguida me di cuenta que tuvo la osadía de ponerla adrede. Aparté la mirada con indiferencia y miré a través de la ventanilla. Las luces cada vez estaban más cerca, aquella casa parecía un auténtico castillo medieval. En medio de la nada, en China, y con un frío atroz, me sentí más fuera de lugar que nunca.

Me bajé del coche en cuanto Héctor lo estacionó al lado del de su padre. Y caminé sin esperarlo hasta la entrada. Helena por primera vez no vino y estuve sola frente a tres hombres que estaban aliados en mi contra. Padre e hijos, capaces de darlo todo por mí, pero incapaces de soportarme más de media hora. Me crucé de brazos mientras miraba el suelo con incomodidad, el miedo que sentía había comenzado a disiparse y solamente quedaban los restos de un alma rota capaz de luchar por sentirse viva. El cruce de miradas con Héctor captó la atención de su padre, el cual no se mostró muy a favor de nuestra distancia personal.

- ¿Se puede saber que os pasa a vosotros dos? -nos señaló con desprecio, bajó los dos escalones y nos miró con audacia, ralentizando el paso conforme se iba acercando -. Si esto es una broma, ¡no hace gracia!

- Hemos discutido -Héctor tensó la mandíbula, yo sin embargo me limité a apretar los labios callando mi verdad.

- ¿Tú no tienes nada que decir? -de dirigió hacia mí. Negué con la cabeza sin mirarlo, agotando su paciencia, desafiando su gravedad y alterando su ego -. Cuando crucemos la puta puerta os quiero más enamorados que nunca. ¡¿Me oís?! -pestañeé al sentir su aliento rebotar en mi rostro -. Putos niñatos de mierda, que se ponen a jugar a discutir en el momento más importante.

ERROR 707 ▪︎ HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora