Capítulo 2

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ALANA

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— Pásatelo bien en el cole —me agaché para darle un abrazo a Iria. La nena me besó la mejilla izquierda y se fue de la mano de Thiago.

Me levanté y dejé escapar un suspiro. La presencia de Héctor cruzando el umbral de la puerta que separaba la terraza acristalada hizo que rodara los ojos y me diera la vuelta con la intención de irme, pero él era muchísimo más ágil que yo y en cuestión de segundos tuve su mano sujetando mi brazo.

— ¿A dónde vas? —preguntó con autoridad.

— A cambiarme de ropa —tiré con fuerza, pero no conseguí liberarme de su agarré —. Suéltame, me va a salir un morado —me quejé y eso fue lo que hizo que conectara las dos neuronas que parecía tener y me soltó.

— En diez minutos te quiero fuera, tenemos que ir a un sitio —quise preguntar, pero me callé sabiendo que no me iba a proporcionar la información que quería.

Subí las escaleras acariciándome el brazo intentando apaciguar el dolor. Esquivé a un hombre del personal que mantenía aquella casa en cuanto vi las intenciones que tenía de preguntarme si estaba bien. Que a mí me gustaba llamarla casa, pero se trataba de una enorme mansión dividida en varias partes. Se podría decir que donde yo estaba ubicada era tan solo una parte minúscula de la inmensidad de aquella casa. Vivía en una casita pequeña dentro de una mansión. Conmigo se quedaban Iria y Nair, mi función básicamente desde que llegué fue cuidarlas, hacer de canguro mientras su abuelo se dedicaba a delinquir. La parte este de la casa que estaba reservada para mí. Se componía de un pequeño salón comedor con una cocina pequeña, pero lo suficientemente grande como para albergar una isla, un baño y una habitación de juegos para las niñas. En la parte de arriba se encontraba mi habitación con baño y vestidor propio, un pequeño gimnasio, la habitación de las nenas y otro baño para ellas.  No necesitaba nada más, bastaba con eso y era mucho más de lo que imaginé en el momento en el que me metieron en aquella barca. Los primeros días sí que los pasé en un zulo, creí que pasaría mis días en aquella habitación minúscula que contaba con una cama y una mesa, pero fue en cuestión de días en el que me trasladaron a aquella casa. Tuve suerte, siempre lo dije, no sé los intereses que había detrás, pero que yo estuviera allí no fue casualidad.

Entré en mi habitación, y como de costumbre respiré tranquila, era el único lugar en el que podía relajarme sin sentir miedo, sin sentirme vigilada, en definitiva, estar en aquella habitación sola fue lo más cerca que pude estar de casa. Caminé hasta el vestidor mientras me quitaba las prendas que cubrían mi cuerpo. No pensé mucho el outfit, cogí unos vaqueros oscuros anchos y una sudadera negra. Me recogí el pelo en una coleta alta y me puse las converse negras. Me eché perfume y bajé la escaleras mientras me ponía los pendientes que me trajo Thea un par de días antes. Eran de oro, unos aritos pequeños que desde que los vi se convirtieron en mis pendientes favoritos.

ERROR 707 ▪︎ HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora