Capítulo 57

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Mensaje que nunca se llegó a enviar

De: Alana Autrán

Para: Héctor Fort

04:55 de la madrugada

Casi 24h después de que él se colara en su casa. Casi 24h después de la noche en casa de Helena.

Para ti, que siempre me rompes y me reconstruyes a tu antojo:

No sé cómo empezar esto sin sentir un nudo en la garganta, pero supongo que las palabras tienen que salir por fin, aunque me lastimen a cada paso. He intentado callar tantas veces lo que siento por ti, pero aquí estoy, escribiéndote, dejándome llevar por este torbellino que no se detiene, esta maldita obsesión que no puedo controlar.

Desde que te fuiste, he intentado respirar sin sentir ese vacío que dejaste. He pretendido que todo haya terminado, me autoconvenzo de que ya no hay nada entre nosotros más que recuerdos rotos y noches en las que me dejaste sola, pero la verdad es que aún siento tus manos en mi piel. Es ridículo, lo sé. Debería odiarte. Y lo hago, pero no lo suficiente como para que dejes de habitar en cada rincón de mi mente.

No sé en qué momento te convertiste en ese veneno del que no puedo escapar. Intenté olvidarte, me juré que no volvería a caer en tus juegos, que no permitiría que me hundieras una vez más. Pero ¿sabes qué? Aquí estoy, otra vez, escribiendo estas palabras que parecen salir de lo más oscuro de mi ser. Porque lo que siento por ti ya no es amor, no al menos de esa forma dulce y pura que otras personas llegan experimentar. Lo mío es una adicción enfermiza, una necesidad peligrosa.

Me has roto tantas veces, que he perdido la cuenta. Y lo peor es que cada vez que lo hacías, yo te dejaba hacerlo. Te abría la puerta una y otra vez, sabiendo perfectamente que ibas a destrozarlo todo a tu paso. No me importaba el caos que sabía que acabarías dejando tras de ti, porque en algún lugar retorcido de mi mente, ese caos me mantenía viva. Tal vez soy más parecida a ti de lo que me gustaría admitir.

¿Recuerdas cómo comenzó todo? Fue tan fácil al principio. En un lugar horrible me ayudaste a ver todo lo bueno que tenías. Tus palabras dulces, esa sonrisa que parecía prometerme todo lo que siempre quise. Me hacías sentir deseada, viva. Pero pronto me di cuenta de que todo lo que me ofrecías venía con un precio muy alto.

Siempre había una sombra detrás de cada gesto, una oscuridad que no lograba comprender del todo. A veces pienso que ya estaba rota desde antes de conocerte, que tú solo te encargaste de encontrar las grietas y ampliarlas hasta que me rompí por completo. Pero no, eso sería darte demasiada importancia, ¿verdad?

Tú no me rompiste. Yo permití que lo hicieras. Siempre supe lo que eras capaz de hacerme, pero aun así me entregué. Sabía que iba a sufrir, que cada momento contigo sería un riesgo, que te irías cuando más falta me hicieras, pero eso no me detuvo. Hay algo en ti que me atrae, una oscuridad que reconozco porque también está en mí. Quizá por eso siempre vuelvo a ti, porque aunque me lastimes, de alguna forma también me entiendes. O tal vez solo me gusta el dolor que provocas en mí, ese dolor que me recuerda que aún puedo sentir algo en este vacío en el que me convertí desde que te conocí.

Tú sabes cómo manipularme. Sabes qué decir, cómo tocarme, cómo enredarme en esa telaraña tuya. Y yo siempre caigo, como una mariposa que no puede evitar volar hacia la llama, aunque sepa que terminará quemada. Lo peor es que, por más que quiera arrancarte de mí, algo en el fondo me dice que ya no podría vivir sin ti, sin esa mezcla de amor y odio que me consume.

ERROR 707 ▪︎ HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora