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El frío y el dolor que sentía en su cabeza lo hicieron despertar, sacándole un quejido cuando fue consciente. Abrió sus ojos y comenzó a levantarse, sin entender qué hacía durmiendo en el suelo y preguntándose cómo es que llegó a él en primer lugar.

Cuando se puso de pie observó toda la habitación, encontrando el vómito en el suelo, y eso desencadenó todos los recuerdos de la noche anterior. Logró sostenerse de la cama antes de volver a caer, y con miedo se acercó a la ventana, mirando a través de ella.

Todo lo que veían sus ojos estaba mojado, incluso algunas gotas descansaban tranquilamente en la enredadera fuera de su ventana, y el aire abandonó sus pulmones cuando cayó en cuenta que lo que había vivido anoche no se había tratado de una pesadilla, sino que había pasado en realidad.

Abrió la ventana para que la brisa matutina se llevara el olor y lo ayudara a refrescarse, caminó hasta su armario y rebuscó en él hasta encontrar su antigua espada. Era de piedra y no tenía tanto filo, pero le ayudaría a defenderse hasta que pudiera recuperar su espada de siempre.

Temblando nuevamente caminó hasta la puerta, sacando el seguro y apoyando su oído en esta, sin lograr escuchar ningún ruido del exterior. Se armó de valor y tomó la manilla, girándola y finalmente, abriendo la puerta.

Pero todo lucía tan normal como siempre.

Asomó solo su cabeza antes de salir por completo, pero no logró ver nada fuera de lo usual. Con sigilo, abandonó su habitación y comenzó a recorrer el mismo pasillo, manteniendo la espada bien agarrada y listo para cualquier combate, pero no había nadie más.

Desde la escalera misma observó el primer piso, viendo la chimenea apagada y su espada sobre el suelo, brillando gracias a la luz directa desde la ventana. Con desconfianza comenzó a bajar, y al tocar el suelo otra vez corrió hacia su espada, tomándola también.

Ahora con dos espadas se dirigió hacia la cocina, encontrándola vacía y sin ningún rastro extraño o algún objeto fuera de su lugar.

Se dejó caer sobre una silla, cuestionándose su sanidad mental.

Nunca había sufrido un evento paranormal como ese, y todavía no estaba seguro si es que realmente había ocurrido o solo lo había alucinado por algún motivo, pero no podía quitar de su mente la imagen de su gemelo ensangrentado, culpándolo de su muerte.

Estaba acostumbrado a culparse a sí mismo, pero escuchar las mismas palabras salir de la boca de su gemelo era mil veces más doloroso de lo que pensó, y la culpa se hizo aún más pesada en su alma.

Si tan solo pudiera retroceder el tiempo.

Suspiró y decidió seguir con su día, no conseguiría nada si se quedaba sentado lamentándose más de lo que ya llevaba años haciendo.

Tomó sus espadas y salió de la cocina en dirección al baño, al llegar puso el tapón en la bañera y dejó que el agua caliente la llenara, dejó las espadas en el suelo y se puso a buscar entre los cajones las hierbas que usaría.

Las dejó con suavidad sobre el agua, se despojó de su ropa y entró en la bañera, sintiendo el agua caliente quemar levemente su piel, algo a lo que ya estaba acostumbrado, encontrando consuelo en ese ardor.

Con suavidad pasó la esponja por su brazo, dejando un rastro de jabón y espuma sobre su piel, con pequeñas burbujas que iban reventando cada cierto tiempo.

Darse un baño siempre le ayudaba a centrarse, estar rodeado de agua en un espacio reducido se había transformado en su zona de confort, por lo que era normal que pasara horas en la bañera, incluso cuando el agua se había enfriado por completo.

La estrella del creador [Arinckity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora