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¿Cómo reparar algo que no estaba roto?

Esa era la pregunta que reinaba en la mente de Quackity.

Aunque bueno, estaba casi seguro de que, de hecho, si estaba roto.

No él, no Arin, sino la relación entre ambos.

Porque por más que Arin insistiera en que todo estaba bien, que entendía que había sido llamado Luzu por culpa de los delirios y que no estaba molesto, Quackity podía notar que sí lo estaba. Quizás no molesto, pero si herido.

Se le notaba en el rostro, la forma en que sus ojos se entrecerraban con pena, las comisuras de sus labios apuntando hacia abajo, la forma en que se movía sin ganas y hablaba con menos ánimo que de costumbre.

Sumándole el hecho de que Arin había comenzado a distanciarse con el paso de los días.

Era sorprendente ver tantas emociones reflejadas en él, tantas que no sabía controlarlas o esconderlas.

Quackity sabía que debía hablar con él, tener una charla más o menos seria. Al revelarle su pasado, no había estado del todo presente, puesto que su enfermedad había hecho todo más complicado, y conociendo al androide era probable que este tuviera muchas preguntas que hacerle a pesar de la distancia que mantenía.

Y el humano estaba dispuesto a responder cada una de ellas con total sinceridad, porque se había cansado de estar ocultándole todo a Arin.

No quería ocultarle nada más.

Con el sol brillando en el cielo, ambos se encontraban en el jardín del castillo. Arin se encontraba haciéndose cargo de la huerta mientras que Quackity estaba sentado en la banco de madera, con la mirada perdida hacia el frente, pensativo.

Se le habían acabado las ideas para subirle el ánimo al androide.

Acunó su cabeza entre sus manos, exasperado, pasando sus dedos por su cabello mientras intentaba pensar en algo más que pudiera hacer o intentar.

Pero por más que lo intentara, nada llegaba a su mente.

Observó hacia el frente, encontrando a Arin observándolo con una mueca de tristeza, y tan pronto como comenzó a levantar la cabeza, el androide desvió su mirar hacia los vegetales frente a él, retomando su tarea.

Y sintió un desgarro en su corazón.

No, Arin no podía hacer eso. No podía acostumbrarlo a su presencia, a su ayuda, a su compañía para después comenzar a alejarse como si nada hubiera pasado.

Como si todo lo vivido no significara nada.

Aunque claro, quizás para Arin no significaba nada, quizás él no sentía apego hacia las personas y los recuerdos como los humanos lo hacen, quizás para él era más fácil distanciarse porque no sentía una conexión real en primer lugar.

Muy al contrario de él, que sintió algo desde que lo descubrió por primera vez.

Si bien al principio parecía ser imposible, con el paso del tiempo y sin notarlo su mente había comenzado a hacer la separación entre Luzu y Arin. El primero se había quedado en sus recuerdos, viviendo a través de ellos hasta que su cerebro decidiera comenzar a borrarlos, el segundo era a quién veía en su día a día, con quién hablaba y compartía ideas, quién se acercaba en silencio a hacerle compañía cuando se sentía triste.

A quién quería tener cerca.

Entonces pensó, si Arin tuviera un rostro diferente, uno que nunca antes hubiera visto, ¿Las cosas habrían sido iguales? ¿Estaría tan herido por su actitud? ¿Seguiría queriendo tenerlo a su lado, solo para él?

La estrella del creador [Arinckity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora