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Los días avanzaban con un caos que lentamente se había vuelto una parte importante de su monótona rutina, dándole un giro de ciento ochenta grados. Desde aquella lluviosa tarde en que decidió perdonarle la existencia a Arin y dejarlo quedarse que no se encontraba en calma consigo mismo, sintiéndose mal por querer echarlo cada vez que lo veía sorprenderse por las cosas más mínimas de la vida, haciendo que sus ojos azules brillaran un poco más y una sonrisa apareciera en su rostro.

Seguía siendo extraño, claro que sí, y en el fondo aún existía un poco de arrepentimiento por la decisión que había tomado, pero entre más días pasaban más incapaz de echarlo se encontraba, y no sabía el motivo de eso.

Pasó un par de días poniéndole mucha atención a Arin y a su comportamiento para ver si aquella extraña sensación que percibía entre ambos se debía al sistema fallido del androide, pero desde entonces no lo había visto actuar extraño o tener algún fallo notorio, lo cual le preocupaba en demasía. Si bien el fallo pudo ser provocado por la falta de uso de la máquina en donde se encontraba y nada más, el hecho de que dijera que había sido causado por una entidad desconocida no salía de su mente.

¿A qué se refería exactamente con "Entidad desconocida"?

Trató buscando entre los libros a su disposición, pero no encontró nada que hablara sobre eso. En realidad, encontró muy poca información que no se tratara de Arin y su funcionamiento, lo que le dejó en claro lo obsesionado que estaba su gemelo con terminar el androide.

Casi como si fuera lo único que tenía en la mente todo el tiempo.

Con el paso de los días, había comenzado a acercarse y dejar que Arin se acercara, haciéndose a la idea de que el androide no dejaría su lado ni aunque se lo rogara. Al principio fue difícil mantener una conversación mientras lo miraba a los ojos porque, por momentos, veía sus ojos volverse del mismo rojo de Luzu y veía su característica sonrisa, pero tras muchas noches de llanto y conversaciones consigo mismo para recordarse que Arin no era Luzu, su mente había comenzado a ceder y dejar de torturarlo con ese recuerdo.

Cuando se encontraba distraído se le solía escapar un Luzu de los labios cuando intentaba llamar al androide, y este lo miraba con el ceño fruncido y sin decir nada, haciendo que se disculpara de inmediato y lo llamara por su nombre.

Aún así, el tenerlo cerca seguía siendo una tarea difícil, por lo que intentaba mantener una distancia prudente y no tocarlo a menos que fuera estrictamente necesario.

Si bien Arin tenía una gran inteligencia sobre algunos asuntos, era completamente ingenuo en otros, lo que llevaba a Quackity a preguntarse si esa diferencia se había creado debido al fallo al momento de encenderlo, o si su gemelo puso su preferencia en aquello que sería más útil para mantenerlos con vida.

Arin era excelente con las tareas del hogar, preparando recetas desconocidas para el humano y haciendo un aseo general en tiempo récord, eliminando hasta la más minúscula partícula de polvo que se escondía para el ojo humano. Aun así, Quackity seguía haciendo alguna que otra cosa, más que nada para no caer en el aburrimiento extremo, sin tareas de qué preocuparse su día quedaba vacío, y no contaba con nada entretenido para distraer la mente en estas horas.

Los libros que habían ya se los había leído varias veces, la única televisión del castillo no hacía más que mostrar estática puesto que la antena se había dañado hace tiempo y Quackity no había sido capaz de repararla, su teléfono había quedado olvidado en el pueblo y la radio que encontró en el taller de su hermano carecía del cable conector para funcionar.

Ahora se encontraba dentro de la cocina, mirando por la ventana de esta hacia el jardín, viendo como Arin seguía llamando al conejo que vieron hace unos minutos. Había notado que últimamente era más común ver conejos a comparación de años anteriores, por lo que se alegró que la población aumentara.

La estrella del creador [Arinckity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora