18. MI REDENTOR VIVE.

46 5 264
                                    

Job 19
25 Yo sé que mi Redentor vive,
Y al fin se levantará sobre el polvo;


Me pongo más nerviosa ante sus palabras, sé que no le temblará la mano para hacerlo y más ahora que no está de buen humor.

Pero aún así me da miedo irme con él.

No lo digo porque él no sea un caballero, ya que ha sido respetuoso, solo que a veces suele ser cansón, lo que no quiero es que me malinterpreten.

—lo siento Erick, —le digo —pero de verdad no puedo.

Él suspira.

Recuesta su cabeza hacia atrás en el asiento y cierra los ojos, como tratando de controlarse.

«Ten misericordia Dios».

Después de un minuto aproximadamente abre sus ojos y me mira.

—estamos al otro extremo de la cuidad —me dice —¿De verdad te piensas ir a pie hasta tu casa?.

Yo asiento no muy segura.

La verdad es que dudo que las fuerzas me den.

—llegaras mañana a mediodía solo sino te da un desmayo del mero cansancio. —prosigue.

«Erick tiene razón».

Me quedo pensando y comienzo a dudar si subir o no.

«¿Lo hago?».

«O».

«¿No lo hago?».

«Dios mio».

«No sé qué hacer».

Al final me doy por vencida, pero con una condición.

—esta bien —le digo —me iré contigo, pero tienes que perdonarme por no haberte dicho lo de Elisa.

Erick mira hacia el frente y aprieta los labios.

—me tocó hacerlo a mi —dice bajándose del coche.

De verdad que no me esperaba eso, quise huir pero él fue más rápido.

Cuando me dí cuenta ya me tenía del brazo.

—Erick... —trato de resistirme.

—yo ya te perdoné —contesta mientras me lleva hasta el auto.

Sentí una felicidad inmensa ante sus palabras.

Me fue imposible no sonreír ante eso.

Hasta camine por mi propia voluntad.

Se que es irónico, porque cuando está pendiente de mi, solo me la paso huyendo de él, pero hoy que estuvo tan distante de mi y dijo que posiblemente nuestra amistad terminaría, sentí que iba a morir.

Jamás me había dolido tanto el corazón, es más nunca he llorado por un hombre, pero por él si.

—pero no sé si pueda seguir con nuestra amistad. —termina de decir.

Eso hace que me sienta fatal.

La sonrisa que había en mis labios desapareció, ahora se me está formando un nudo en mi garganta y siento una terrible opresión en mi pecho.

«No entiendo porque me duele demasiado».

Nuestra amistad es lo más valioso para mí después de la salvación del alma.

Hemos compartido mucho y me duele que diga eso.

—¿Por qué? —pregunto en un hilo de voz apenas abre la puerta.

LAS APARIENCIAS ENGAÑAN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora