45. SOL

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Salmos 106
38 Y derramaron la sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas,
Que ofrecieron en sacrificio a los ídolos de Canaán,
Y la tierra fue contaminada con sangre.



Trago grueso y respiro hondo antes de responder.

-vine a ver al hermano Mario -respondo con un poco de temblor en la voz.

Justo en ese momento llegó la hermana Griselda con el vaso de leche.

Se acercó y me lo entrego.

-gracias. -dije al recibirlo.

Ella sonríe un poco y se sienta al lado de su esposo el hermano Henry, ambos me miran detenidamente.

Yo mientras tanto me preparo para escuchar un fuerte sermón.

Desde lo que pasó no habia hablado con ellos, así que lo más seguro es que me exhorten por haber hecho lo que ellos creen que hice.

-me parece bien que hayas venido, -finalmente habla el pastor Henry. -mi hijo a querido ir, pero la vergüenza no lo ha dejado, sigue muy afrentado después de lo que pasó y le ha sido muy difícil de volverse a levantar, además piensa demasiado en ti.

Cuando dice eso mi corazón se alegra un poco, pero me duele al recordar lo que realmente pasó.

-él no nos ha dicho nada -habla la pastora -pero sabemos que es así.

Yo bajo la mirada apenada sin saber que decir.

-en estos momentos él se encuentra en el templo, -dice el pastor -si deseas puedes ir ahí.

Levantó mi mirada un poco sorprendida por la actitud de ellos, ya que ellos son muy diferentes a mi padre.

-vamos -dice la pastora poniéndose de pie -yo te acompaño.


Minutos después.

Luego de caminar algunas cuadras hasta llegar al templo finalmente estamos aquí.

Por cierto durante todo el camino sentí que alguien nos estaba observando, la hermana Griselda no dijo nada pero también la noté un tanto incómoda, creo que ella también sintió lo mismo.

Apenas llegamos al templo nos encontramos con Mario, es el único que está aquí, se encuentra ayunando.

Está arrodillado en el altar.

Él y yo somos tan similares.

Apenas lo veo siento como un nudo se me forma en mi garganta.

Me es inevitable no recordar todos los momentos que pasamos juntos.

Aunque no fueron muchos para mí fueron super importantes e inolvidables.

La hermana Griselda va hacia donde está él mientras yo me quedo en la puerta.

-Mario -toca su hombro -la hermana Luna está aquí.

Apenas dice eso Mario se levanta del altar y su mirada va hacia mi.

Mi corazón se comienza a acelerar un poco con solo verlo a los ojos.

Aquellos ojos negros que le quitan el aliento a cualquier joven, ni hablar de su tes trigueña y su cabello rizado que a pesar de estar bien corto, aún así tiene pequeñas ondas.

Se pone de pie lentamente y camina hacia mi sin dejar de mirarme.

Apenas llega a cierta distancia en donde ya puedo oler su perfume, deja de caminar.

LAS APARIENCIAS ENGAÑAN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora