CAPITULO 1

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Madre Protectora recibió a Luisfer con una mirada apacible y tranquila, pero de pronto, su presencia, inmutable como las raíces de los árboles que la rodeaban, mostró una mezcla de curiosidad y evaluación al ver a Mayo junto a él. Los ojos oscuros de la mujer escudriñaron a los recién llegados, examinando sus atuendos.

—Gracias por acudir a mi llamado con tanta prontitud, Luis Fernando —dijo Olivia—. Veo que vienes acompañado.

Luisfer se adelantó un paso y carraspeó su garganta.

—Lamento el atrevimiento, Madre Protectora. He traído conmigo a Mayorie, mi mujer. Espero que no sea un problema.

—No hay ningún problema, Luis Fernando. —Madre Protectora extendió una mano arrugada hacia ellos, invitándolos a acercarse—. ¿Cómo has estado Mayorie?

—Muy bien, Madre Olivia. Gracias por recibirme también.

—Me gustan esos atuendos. Enhorabuena a ambos. Espero no me guarden rencor por haberles interrumpido.

—Oh, claro que no. Apenas habíamos terminado la ceremonia de casamiento antes de que te contactaras con Luisfer —compartió Mayo esbozando una gran sonrisa en su rostro—. Jamás le guardaríamos rencor, Madre Protectora.

—Me alegro por ustedes. Al parecer, hoy será un día muy especial para ambos, por varias razones.

Luisfer volvió a tomar la palabra.

—¿Entonces? ¿Aparecerá hoy?

—Exactamente, Luisfer. Hoy volverá a la Tierra la segunda alma gemela. Por esa razón he vuelto a contactarte. Tú ya tienes un alma asignada a custodiar, pero imaginé que te gustaría saber un poco sobre su alma gemela.

Mayo codeó a Luisfer de forma juguetona.

—Cuéntale de él, cariño.

Luisfer sonrió.

—Sí, bueno... Ricardo es un niño muy simpático. Hace poco cumplió siete años. Su destello continúa dormido. Aunque cuando se le da por salir a explorar con sus padres, puedo sentir como su destello se vuelve un poco más intenso. Le encanta la naturaleza y la libertad. Será alguien interesante cuando crezca.

—Toda un alma revoltosa, ¿eh? —bromeó Mayo.

Todos compartieron unas risas.

—Bueno. Madre, Olivia. ¿Será aquí dónde caerá? —preguntó Luisfer.

—Oh, no. El sitio será en el corazón de la selva —respondió la mujer—. Ahora solo estoy esperando a alguien más.

—Oh, claro. ¿Falta María José, no? —preguntó Mayorie.

—Es verdad —dijo Luisfer—. Es raro que todavía no haya llegado.

De repente, un susurro de hojas interrumpió la sinfonía de sonidos naturales, atrayendo la atención de todos hacia la espesura de una selva que pareció contener el aliento.

Mayo actuó con rapidez y levantó su arco en dirección al sonido. Sus dedos, que conocían cada curva y muesca de su arma, se posaron sobre la cuerda con una delicadeza que contrastaba con la precisión con la que la tensó.

Una sombra se deslizaba entre los árboles, una presencia oscura que se movía con la gracia de un depredador. Madre Protectora, en cambio, permaneció inmutable mientras sus ojos se clavaban en un punto en particular de la inmensidad de la selva.

La mujer hizo un único gesto con su mano, comunicándole a Mayo que no se precipitase. No estaban en peligro. Mayo echó dos miradas; una dubitativa hacia Olivia, y la otra, con un tinte de curiosidad, la dirigió de nuevo hacia la selva. Bajó el arco y esperó.

DESTELLO DE ALMAS  : DOS ALMAS LIBRES       LIBRO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora