CAPITULO 7

3 1 0
                                    

En las profundidades abisales, donde la luz del sol jamás llega, un antiguo templo se yergue como un espectro del pasado.

Las columnas corroídas por el tiempo y la presión del océano sostienen apenas lo que queda de su grandeza olvidada.

Allí se encontraban dos personas. Una de ellas era Kara, una mujer de tez oscura, delgada y con un cabello, que ahora se hallaba enmarañado, cuyos rizos mojados se le pegaban a la frente y al rostro. La otra era Melanie, una muchacha joven de cabello cobrizo, una mirada penetrante y de estatura un poco menor al promedio.

Ambas estaban protegidas por trajes submarinos, y las circunstancias de la vida las habían llevado a atravesar extensos kilómetros para llegar a estar, ahora, embutidas en un domo de aire fabricado por el poder del destello de almas de un antiguo Guardián que dormía en el interior de Melanie. Pero que ahora había recobrado las fuerzas para manifestarse.

Su nombre era Altavis.

—Espero que Ricardo pueda cumplir con su tarea —murmuró Altavis, usando el cuerpo de Melanie. Cuando lo hacía, sus ojos mostraban un color distinto al usual. En un principio, al no poseer todavía gran parte de su destello, se mostraban rojos en la zona de los párpados; ahora, en cambio, solo manifestaba ese color su iris—. No la tendrá nada fácil, si se encuentra con la personificación de Khaos.

—Mel... —susurró Kara, con la mirada agachada—. Entiendo que el mundo está en peligro, y quizás haya muchas cosas que todavía no comprendo sobre los Guardianes y las almas, pero, me gustaría hacerte una pregunta.

En ese mismo momento, un temblor reverberó en algún rincón alejado del templo. Ambas lo sintieron en sus pies.

—Lo siento, tendrá que esperar —respondió Altavis—. Nuestro viaje no ha hecho más que empezar. Tenemos que hacer dos cosas y ambas son extremadamente peligrosas.

—Está bien... —aceptó la mujer—. ¿Supongo que ya podemos salir a la superficie?

—Ojalá. Antes tengo que hacer algo, es por eso que te pedí que no vinieras. Tengo que buscar un artefacto que se escondía en este templo antes de que tu marido lo destruyera.

—Oh... ¿Y tienes idea de dónde está?

—No, por desgracia —respondió a secas—. Pero lo sabré si estamos cerca. Espero que esta destrucción haya roto el hechizo que le protegía, de otro modo, no podré sentir el destello en el artefacto y buscarlo... será una tarea casi imposible.

—Eso no suena prometedor.

—Aun así, tengo una leve sospecha de cómo hacer para acercarnos. Verás, los templos siempre tienen algún protector. A veces, son otros Guardianes, a veces, incluso, humanos... —Guardó silencio, esperando que la última opción no aplicara en este caso—, y en ocasiones, criaturas.

—¿Cómo que... criaturas?

—No importa. En todo caso, si encontramos al protector del templo, lo más seguro es que, cerca de él, esté el artefacto. O al menos, es una probabilidad.

—¿Y no crees que ese protector del que hablas no haya sobrevivido luego de que este templo fue destruido? —razonó Kara con audacia.

—Es una buena teoría, pero si era un buen protector, lo dudo. Y por lo general, no existen «malos» protectores. —Altavis avanzó un paso hacia Kara—. Es mejor que empecemos a movernos. No sé cuanto tiempo más pueda ahorrar mi destello para controlar a esta chica, pero si se me acaba, tú, ella, y bueno, yo también, podemos darnos por muertos.

Kara asintió, consciente de la enormidad de la tarea que tenían por delante. Ambas se colocaron los cascos de buceo y se sumergieron en las profundidades del océano con una mezcla de expectación y aprensión, dejando atrás el último respiro de aire en la cúpula, que cuando salieron, se cerró, fusionándose con el mar.

DESTELLO DE ALMAS  : DOS ALMAS LIBRES       LIBRO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora