El suelo tembló y rugió con una violencia descomunal. La vibración fue sentida por todos, primero en sus pies, luego subió por las piernas y se depositó en el pecho, comprimiéndolo hasta ponerlo al borde de la asfixia.
Durante unos segundos, todos quedaron estupefactos ante aquella demostración de brutalidad de la naturaleza, pero fue solo uno de ellos quien los ancló a todos a la realidad con un sonoro alarido:
—¡Todos al auto! —gritó Hassan con toda la fuerza de sus pulmones—. ¡Hay que irnos ahora!
Nadie discutió.
Cada persona se puso en movimiento al instante, persiguiendo el más puro instinto de supervivencia.
Amina fue de las primeras en reaccionar. Sus pies apenas tocaron la tierra mientras corría hacia el vehículo con una celeridad impresionante.
Abrió la puerta y saltó al asiento del copiloto. Fue seguida de inmediato por Hassan, que subió junto a ella, y casi al instante siguiente, una presencia más se les sumó.
Woody, había decidido tomar la ruta más eficiente hacia la salvación y se abalanzó sin dudar hacia el regazo de Amina. El fantasma de una sonrisa quiso llegar a los labios de la mujer cuando le acarició, pero la urgencia de la situación no se lo permitió.
Luego, llegaron los demás. Armen, Adib, Keitha y Vanila se amontonaron, todos a la vez, intentando ingresar por una de las dos puertas traseras del vehículo.
Al parecer, en momentos de crisis y apuros, hasta los animales eran más listos que los humanos. Mientras Adib y Armen luchaban por el ingreso forzoso, las chicas detrás de ellos pronto se percataron de un ligero percance de último minuto: no entraban todos en el auto.
Lo que hubiese sido un problema, de no ser porque Vanila ya se había hartado de esperar y fue una de las primeras en reaccionar.
—¡Dejen de ser tan idiotas! —gritó, y sin titubear, agarró a Adib, a quien no conocía de absolutamente nada, del cuello de la camisa y lo lanzó dentro del auto con una fuerza sorprendente.
El hombre apenas tuvo tiempo de girar antes de estrellarse contra el asiento con un gruñido ahogado.
—¡Auch! —exclamó el hombre, aturdido, mientras se acomodaba para dejar espacio a los demás—. No hacía falta eso...
—¡Claro que sí! Ahora entra, Armen —espetó Vanila, sin perder ningún valioso segundo.
Lo sujetó del brazo y lo empujó hacia adentro con muy poca delicadeza. Armen rodó sobre el asiento y se colocó junto a Adib.
Keitha permaneció de pie, sorprendida por el arrebato de su colega, pero tampoco ella recibió un trato especial. En ese segundo de duda, Vanila ingresó al vehículo, la sujetó de la mano y la arrastró hacia ella, sin ningún tapujo.
La sacerdotisa perdió el equilibrio y cayó sobre las piernas de Vanila, golpeándose la cabeza contra el marco de la puerta con un sonido seco.
—¡Carajo! —Se quejó, llevándose una mano a la zona del golpe.
—No te quejes, hemos pasado peores —replicó Vanila, esforzándose por cerrar la puerta trasera con un golpe seco, empapándose de tranquilidad... aunque luego de un segundo de silencio, su ansiedad retornó—. ¡¿Qué estás esperando?! ¡Arranca!
—¡Okey! ¡Nos vamos! —rugió Hassan y aplastó el pie en el acelerador.
El vehículo salió disparado.
El motor rugió con un esfuerzo titánico, mientras el vehículo salió disparado.
A su alrededor, la tierra empezó a desmoronarse en lo que parecía un espectáculo aterrador. Grietas monstruosas de diferentes tamaños se abrían en la superficie, engullendo arbustos secos y rocas enormes como si fueran meros guijarros y deformando el camino en un completo caos, pero el verdadero vendaval se estaba gestando dentro del vehículo.
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DESTELLO DE ALMAS : DOS ALMAS LIBRES LIBRO 2
Genel KurguRicardo descubre que para salvar la humanidad debe de despertar su destello. Pero para hacerlo tiene que ir a otra dimensión, a otro mundo, a otra realidad donde experimentará eventos que nunca se había imaginado. Pero en el mundo real también pasa...