Capítulo 9: Ignorada y Acosada

1 0 0
                                    

Capítulo: Ignorada y Acosada

El día había comenzado como cualquier otro. El sol brillaba débilmente a través de las ventanas del aula, y el murmullo constante de los estudiantes llenaba el aire. Sin embargo, para mí, todo parecía teñido de una incómoda tensión. Marcos, el chico por quien había estado suspirando en secreto, me había estado ignorando deliberadamente desde hacía días. Cada vez que nuestros caminos se cruzaban, él se aseguraba de no mirarme, de no hablarme, de hacerme sentir como si no existiera.

Mis amigas, Ana y María, no dejaban de acosarme con preguntas sobre él, aumentando mi frustración. Estábamos en medio de la clase de historia cuando Ana me dio un golpecito en el hombro.

—Oye, Carolina, ¿Marcos sigue saliendo con su novia? —preguntó en voz baja, tratando de no llamar la atención del profesor.

Suspiré, sintiendo una punzada de dolor en el pecho. —No tengo ni idea, Ana. No hablo con él —respondí, tratando de concentrarme en la lección sobre la Revolución Francesa.

—Pero debes saber algo. Vamos, seguro que sabes algo de él —insistió María, apoyada en su codo.

—Chicas, de verdad, no sé nada. No hablamos, y él me ignora —repetí, sintiéndome cada vez más irritada.

El resto de la clase transcurrió de la misma manera, con Ana y María lanzando preguntas ocasionales que traté de esquivar lo mejor que pude. Al sonar la campana, recogí mis cosas rápidamente y salí del aula, esperando encontrar algo de paz en el pasillo.

Mientras me dirigía hacia la cafetería, mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué y vi un mensaje de WhatsApp de Marie, una amiga de mi curso anterior a la que hacía tiempo no veía.

Marie: ¡Carolina! ¿Cómo estás? Necesito un favor grande. Marcos es mi vecino y necesito su número. ¿Lo tienes?

Mi corazón dio un vuelco. ¿Cómo había terminado en medio de esta situación? No quería que nadie supiera de mi enamoramiento secreto por Marcos, y menos aún que alguien pensara que tenía su número.

Yo: Hola, Marie. Estoy bien, gracias. Lamentablemente, no tengo su número.

Pensé que eso sería suficiente, pero Marie era persistente.

Marie: ¿En serio? ¿No puedes conseguirlo? Sería de gran ayuda.

Suspiré, sintiendo cómo mi paciencia se desvanecía.

Yo: De verdad, Marie, no lo tengo. Apenas hablo con él. Ni siquiera somos amigos.

Marie: Vamos, Carolina, tú siempre has sido buena con la gente. ¿Podrías intentarlo?

Yo: Lo siento, no puedo ayudarte.

Guardé mi teléfono, esperando que eso fuera el final del asunto. Mientras caminaba hacia la cafetería, mis amigas Ana y María me alcanzaron.

—¿Todo bien, Carolina? —preguntó Ana, notando mi expresión tensa.

—Sí, solo que Marie me está molestando para conseguir el número de Marcos —respondí, tratando de mantener la calma.

—¿Y qué le dijiste? —preguntó María, curiosa.

—Le dije que no lo tengo, porque no lo tengo. Y aunque lo tuviera, no se lo daría —dije con firmeza.

Entramos a la cafetería y nos sentamos en nuestra mesa habitual. Mis amigas seguían hablando sobre Marcos y otros chismes escolares, pero mi mente estaba en otra parte. ¿Por qué me estaba afectando tanto su indiferencia? ¿Por qué me importaba tanto lo que él pensara?

Mientras tomaba un sorbo de mi jugo, vi a Marcos entrar en la cafetería con su grupo de amigos. Inmediatamente, miré hacia otro lado, fingiendo interés en la conversación de Ana y María.

Pero el destino parecía decidido a no darme un respiro. Mi teléfono vibró nuevamente, y al sacar el dispositivo, vi que era otro mensaje de Marie.

Marie: Carolina, por favor. Es importante. De verdad necesito su número. ¿No puedes pedirlo por mí?

Ya era suficiente. Tenía que dejar esto claro de una vez por todas.

Yo: Marie, entiéndelo. No tengo su número y no voy a pedirlo. Lo siento, pero no puedo ayudarte.

Marie: Ok, entiendo. Perdón por insistir tanto.

Guardé el teléfono, sintiendo una mezcla de alivio y frustración. No podía creer lo insistente que había sido Marie. Mis amigas notaron mi incomodidad y decidieron cambiar de tema, hablando sobre la próxima fiesta de la escuela.

El resto del día pasó en un borrón de clases y conversaciones superficiales. Cada vez que veía a Marcos, sentía una mezcla de tristeza y enojo. ¿Por qué me estaba ignorando? ¿Había hecho algo mal?

Al final del día, mientras caminaba hacia la salida de la escuela, vi a Marcos parado junto a su grupo de amigos, riendo y bromeando como si todo estuviera bien. Decidí no darle más vueltas al asunto. No podía controlar lo que él hacía, pero sí podía controlar cómo respondía yo.

Marcos me miró brevemente, y por un segundo, nuestros ojos se encontraron. Sentí una chispa de algo, pero la ignoré y seguí caminando, decidida a no dejar que su indiferencia me afectara más.

Salí de la escuela con la cabeza en alto, sabiendo que, aunque mis sentimientos por Marcos eran reales, no podía dejar que definieran mi vida. Tenía amigas que me apoyaban y una vida que vivir, con o sin su atención.






Gente, lamentablemente esta historia está siendo escrita como pasó en la vida real.

Mi amor no correspondido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora