Capítulo 4

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Rubén se miró al espejo una y otra vez. No podía ser. ¿Dónde estaba su marca de nacimiento? Esa marca de nacimiento, propia de la realeza, que hacía que se sintiese como un rey... ¿Dónde estaba? Era lo que le faltaba por perder. Aquella marca siempre le había dado seguridad y confianza. Acababa de perder lo poco que le quedaba...

-¡Estoy harto de ti!

Una voz muy aguda sonó en aquella habitación. Eso sí, en chino. Rubén miró por todos los lugares de aquel baño, hasta que lo vio. Un dragón chino dorado, le miraba con los brazos cruzados y con cara de pocos amigos. Eso sí, podían estar ambos en el baño... porque aquel dragón medía, como mucho, cincuenta centímetros de altura y tenía las patitas tan cortas... que parecía un ser adorable. Aún así, Rubén dio un bote al verlo. 

-¿Quién eres?- le preguntó en chino

-Soy el dragón que vela por ti desde que naciste. De ahí la marca de nacimiento que te hice, indicando que velaría por ti hasta el fin de tus vidas. ¡Pero me tienes harto! ¡No quiero velar por ti más! ¡Has mancillado mi marca restregándolo en demasiados cuerpos! Me siento... -exclamó, tomando una posición sumamente dramática, algo demasiado sobreactuado- demasiado sucio. Un dragón puro como yo... mancillado. Además, decidí velar por ti porque, tienes un gran potencial de ser alguien que consiga grandes cosas... Sin embargo, no consigues ni hacer que tus ligues se corran en demasiadas ocasiones. ¡Estoy harto!

-¡Oye! ¡Eso es mentira! – le reprochó Rubén indignado, al ver que estaba insultando su capacidad sexual

-Por favor, Rubén. ¿En serio no te has dado cuenta de todas las veces que te han mentido? Por favor...

-¿Qué me quieres decir, dragón?- le preguntó Rubén, intentando huir del tema

-¡Qué te dejo! Me ha propuesto Kuan Kong dejar de velar por ti y empezar a velar a toda tu familia, tomando un cuerpo terrenal y he aceptado. ¡He aceptado porque me tienes harto con tanto llanto y ninguna acción al respecto! ¡Además, eres un baboso salido! ¿Cómo puedes tratar tan mal a las mujeres? ¡Un mínimo respeto!

-¿Kuan qué? – fue lo único que se le ocurrió decir a Rubén al respecto. Ese dragón, que había elegido velar por él, hacía más de veinte años, se llevó las manos a la cabeza. Ni siquiera a él le escuchaba.

-Eres totalmente decepcionante. ¡Me voy con tu madre que al menos es interesante!

- ¿Cuál de ellas?

-Me da igual. ¡Cualquiera es mejor que tú!

Entonces, el dragón salió por la ventana, totalmente harto. El niño excelente, en el que tenía esperanzas de que consiguiera grandes cosas en la vida, había puesto todo su empeño en ser un mujeriego. Había dejado a un lado su vida y se había centrado en ligar, ya que eso era lo que realmente le hacía sentir poderoso, aunque, era porque no tenía que esforzarse para conseguirlo. Ese dragón lo sabía y por eso, no podía aguantarlo más.

Rubén se quedó mirando la ventana por la que se había ido aquel dragón. Puso su mano donde antes estaba su marca de nacimiento y volvió a mirar la ventana. No sentía que lo hubiese perdido, si no todo lo contrario. Había descubierto que era cierto que un dragón lo protegía, la verdadera pregunta que se hizo fue: "¿Pueden tener los dragones la regla?". Así era Rubén, un chico de lo más comprensivo y sensible...

Poco después de aquello, mientras Nanami y Paula hablaban en la cocina, vino el dragón dorado volando, entrando por la ventana. Lo primero que hizo Paula fue lanzarle algo, al pensar que era un bicho. El dragón lo esquivó por suerte.

-Amor, no es un bicho... Es un dragón dorado, un ser mitológico chino... -contestó Nanami, alucinando de poder ver aquel ser. Pensó que sería algún mensajero del dios con el que había hablado antes. Sin embargo, Paula no estaba muy convencida de aquello.

La elegida de Poseidón (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora