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Jennie Kim.

La bonita chica de cabellos castaños que lucían como cascadas de chocolate cayendo alrededor de su angelical rostro. La chica con la sonrisa más adorable, que hacía que sus mejillas se abultaran y sus ojos se hicieran más pequeñas.

Una linda castaña con un cuerpo esbelto y grácil, cuya presencia iluminaba cualquier lugar al que fuera. Su pasión por la jardinería y su amabilidad innata la convertían en el centro de atención, no solo por su belleza sino también por su cálido corazón.

Y Lisa, evidentemente una estrella del baloncesto; sintió como su corazón había sido inevitablemente robado por esa adorable chica con ojitos de gato. Cada vez que Lisa veía a Jennie, su corazón latía más rápido y su mente se llenaba de pensamientos sobre cómo podría acercarse a ella. Pero Lisa, aunque confiada en la cancha, se sentía tímida y vulnerable frente a sus propios sentimientos.

Cada que veía a la bonita chica que solía peinar su cabello de de forma sencilla, recogido en una cola de caballo o suelto al viento, a veces veía como sus hábiles dedos hacían una trenza francesa con facilidad, Lisa no podía evitar quedarse maravillada. Era un espectáculo ver a Jennie, tan concentrada y meticulosa, cuidando de sus plantas con la misma dedicación con la que peinaba su cabello.

Esa tarde en especial, había salido de un entrenamiento especialmente duro. Salió de los vestidores secándose el cabello con una toalla mientras caminaba por los pasillos de la escuela. Miraba distraídamente su celular hasta que se chocó con una pequeña y delgada figura, la cual retrocedió mientras llevaba sus manos a su nariz y se quejaba en voz bajita el dolor.

A Lisa casi se le cae la cara al ver que era Jennie.

—Oh, dios, Jennie—exclamó Lisa, sus palabras cortándose en su garganta. Estaba completamente abochornada mientras veía los grandes ojos avellanas de la castañita en frente suya—. ¡Di-discúlpame!, ¿Te encuentras bien?

Jennie asintió suavemente, aunque su expresión mostraba una mezcla de sorpresa y un ligero dolor. —Estoy bien, solo fue un pequeño golpe —dijo con una sonrisa tímida, tratando de disimular la incomodidad. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y dulzura, haciendo que el corazón de Lisa latiera aún más rápido.

—¿Segura? —Lisa insistió, su voz mostrando una genuina preocupación. No podía soportar la idea de haber lastimado a Jennie, aunque fuera accidentalmente.

Jennie no pudo evitar reír suavemente, mostrando sus dientes. Aunque Lisa no lo pudo ver, porque Jennie cubrió su boca con su mano. El sonido dulces y meloso hizo que a Lisa se le cortara la respiración en el pecho, mientras observaba cómo los ojos avellana de Jennie brillaban con una luz cálida y reconfortante.

—Sí, estoy segura. No te preocupes, Lisa —respondió Jennie con una voz suave y tranquilizadora, retirando su mano de su boca y revelando una sonrisa tímida; sus labios rosados sellados y dos hoyuelos hundidos en sus regordetas mejillas, creando una imagen encantadora que dejaba a Lisa sin aliento.

El alivio inundó el corazón de Lisa al escuchar esas palabras, aunque aún se sentía culpable por el pequeño accidente.

—Lo siento mucho, de verdad, no fue mi intención—continuó la jugadora de baloncesto, era alta y grande; pero estando en frente de la pequeña Jennie, parecía hasta más pequeña que ella.

Jennie no pudo evitar volver a reír, encantada por lo adorable que podía llegar a ser Lisa. Se empinó y peinó ligeramente uno de los mechones de cabello de Lisa, su tacto suave y cálido enviando un cosquilleo por la espalda de Lisa.

Sintió que su corazón salió disparado de su pecho.

La pelinegra se quedó completamente estática, se puso roja como un tomate, y sintió cómo su corazón latía con fuerza en su pecho. La suave caricia de Jennie le hizo sentir una corriente eléctrica recorrer su cuerpo, despertando sensaciones que nunca antes había experimentado. Lisa se quedó mirando fijamente a Jennie, sintiendo una conexión especial entre ellas en ese momento.

—No te preocupes por eso, Lisa—tranquilizó Jennie y metió un mechón negruzco del cabello húmedo de Lisa detrás de su oreja, sonriendo con ternura—. Los accidentes suceden. Además, estoy bien, de verdad—una alarma en su celular sonó y la sonrisa de Jennie se volvió apenada—. Ya me tengo que ir, fue bonito hablar contigo Lisa. Ve con mucho cuidado a casa—advirtió Jennie, haciendo una pequeña reverencia antes de despedirse de Lisa con la mano.

Lisa sonrió tontamente, se despidió con un torpe movimiento de mano, y observó cómo Jennie se alejaba por el pasillo con elegancia y gracia, la falda de su adorable vestido veraniego blanco que contorneaba sus caderas y cintura.

El corazón de Lisa seguía latiendo con fuerza mientras veía a Jennie alejarse. Cada paso que daba, parecía una danza delicada y grácil, como si estuviera flotando en el aire. Lisa se quedó allí, con una sonrisa tonta en el rostro, sintiéndose agradecida por el breve pero significativo encuentro que acababa de tener.


No paraba de dar vueltas en su cama, aún sentía los delicados y delgados dedos de Jennie acariciar su cabello como si fueran los pétalos de los claveles rosados a los que solía cuidar y mimar en el club de jardinería. Debido a que Jennie, era quien se encargaba de los claveles en el club de jardinería.

Los recuerdos del encuentro con Jennie seguían llenando la mente de Lisa, haciéndola sonreír cada vez que cerraba los ojos. Recordaba la suavidad de los dedos de Jennie, tan delicados y reconfortantes, como si estuvieran hechos para acariciar.

La conexión que sentía con Jennie era especial, como si fueran dos piezas de un rompecabezas destinadas a encajar perfectamente. Y el hecho de que Jennie cuidara de los mismos claveles que Lisa solo agregaba un toque más de magia a su encuentro.

Se mordió el labio inferior, abrazó con fuerza la cobija con brazos y piernas, presionaba la cobija en su pecho, aferrándose a la sensación de calidez y felicidad que le brindaba el recuerdo de Jennie. Cada caricia, cada palabra, cada sonrisa de Jennie parecía haber dejado una huella indeleble en su corazón.

Se levantó de la cama y encendió la luz, ansiosa, se sentó en su escritorio, sacó el bolígrafo y una hoja de papel de color rosado. Con manos temblorosas, comenzó a escribir.

Lisa era una persona que justo antes de irse a dormir, se le ocurrían un montón de ideas. Algunas estúpidas, otras sin sentido y muy de esas pocas, por muy locas que fuesen; eran buenas ideas, como la que se le había ocurrido justo en ese momento.

¿Qué pasaría, sí... quizás, comenzaba a dejarle notas a Jennie, en las flores de las que la misma Jennie se encargaba de cuidar en el club de jardinería?

Estaba más que dispuesta a conquistar a la bonita líder del club de jardinería, a esa hermosa chica que le robó el corazón desde el primer momento en que vió su sonrisa, y aunque se sentía nerviosa por la idea de expresar sus sentimientos de una manera tan directa, también sentía una chispa de emoción y determinación ardiendo en su interior.


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Secret Graden - Jenlisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora