Una Visita Inesperada.

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Una vez dada por terminada la llamada me dirigí al patio central, donde me encontré a Dimitri, bañado y arreglado, sentado en una de las mesas de jardín, bebiendo un café y leyendo el periódico. Pese a no haber dormido se veía descansado y alerta, al sentir mi presencia levantó la mirada y me ofreció sentarme con un ademan de mano.

— No hay noticias sobre lo sucedido en la casa de Ador Walker. — me dijo, con voz taciturna.

— No me sorprende, el gobernador debe estar buscando nuestro agrado. Ador Walker nos dijo que el primer ministro estaba involucrado en lo acontecido. — dije en afirmación, pensativa.

El asintió, reafirmando mis palabras, dejando el periódico de lado y prestando atención a lo que diría a continuación.

— Tenemos ordenes de ejecutarlo, así que prepara todo y ten todo listo, esta noche partimos a Londres, pero antes debemos hacerle una visita al gobernador. Nos vamos en una hora.

— Sí, Señora. ¿Qué hacemos con la chica?

— Ella viene con nosotros, Dimitri, no es discutible ese punto.

— Entiendo, Señora. Se lo diremos o la drogamos para que no cause ningún problema o contratiempo.

— Dróguenla, no debe tener ninguna referencia de donde esta o donde se encuentra.

Asintió sin decir nada más, me levanté y me dirigí de vuelta a mi habitación para poder vestirme. La encía comenzaba a punzarme cada vez con más dolor, ignoré eso y seguí con el plan puesto en marcha, antes de llegar a la habitación me topé con mi reflejo en uno de los espejos que adornaban el pasillo, entonces frené y caminé de vuelta al estudió donde Akira había dejado mi máscara. La tomé y me la coloqué, pese al agobio que eso me estaba causando.

Cuando entré a la habitación me encontré con la señorita Sunset recién levantada, quien me miró con ojos amplios y tímidos. La habitación tenía un fuerte aroma a amoniaco y deduje que se debía a la limpieza que realizaron los hombres de boca cocida. No me dijo nada, solo bajó la mirada y jugó con sus dedos, por mi parte, tampoco dije nada solo me dirigí al vestidor.

— Buenos días — saludó de manera apenas audible.

— Hum. — fue todo lo que pude contestar. El dolor que sentía era intenso y el olor que se encerraba dentro de mi máscara se volvía nauseabundo.

La oí levantarse y dirigirse al baño, tiempo después oí el agua comenzar a correr, cerré los ojos e intenté visualizarla bajo el chorro de agua. Viendo cada curva de su cuerpo, recordando su piel suave y tersa al tacto. Suspiré con tranquilidad, nadie jamás pondría un dedo sobre ella, pero debía ser astuta para que eso no pasara. El plan que había ideado en un principio ya no parecía ser del todo viable, debía pensar mejor lo que haría con ella, de lo contrario acabaría muerta.

Sin demorar más tiempo tomé la vestimenta que usaría para ese día, algo más convencional y cómodo, en tonos rojos y negros. Ates de terminar, llamaron a la puerta; era Akira con el médico que me atendería. Iba bien vestido y sin su espada a la mano, esta vez cargaba un arma de fuego, sin decir nada hizo pasar al médico a quien le apuntó con el arma, señalándole donde acomodarse. El hombre parecía estar igual de sereno, como la primera vez que lo vi. Sin embargo, seguía sin confiar en él.

— ¿No ha estado cuidando su herida? — preguntó sin muchos rodeos.

— He estado ocupada para eso. — le contesté de igual manera.

Me senté en uno de los sillones que se encontraban en la habitación y él quitó mi máscara, haciendo una mueca en el proceso.

— Se está infectando, puede ser peligroso si llega al hueso. Debería tomar reposo y cuidar la herida.

La AdjudicadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora