Andrómeda Danvers

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No hay nada que mate más que la angustia, la incertidumbre maldita de no saber qué pasa. No debería preocuparme, después de todo, ella siempre ha sido así, pero hay un grito mudo en el fondo de mi consciencia que me dice que algo no está bien.

Han pasado semanas que no sabemos nada de ella y si bien, ha sido igual durante meses. Esto parece ser algo muy distinto. Este silencio es sepulcral, a diferencia de otras veces que, indirectamente, nos dábamos cuenta de que estaba bien, este silencio comienza a ser molesto y abrumador.

Las noticias son confusas y los problemas legales y económicos que está enfrentando el periódico en la que trabaja se están volviendo demasiado evidentes. Parece que en cualquier momento se vendrán a la quiebra y, sin embargo, no hay noticias de ella. Cabe una gran posibilidad de que no se comunique porque le da vergüenza y no quiere ser una molestia para nosotros. Parece que a pesar de los años que vivimos juntas nunca se dio cuenta que no era ni es una molestia.

El comunicado de prensa que dio Rufus Ren, el pasado miércoles, anunciando su renuncia fue tan críptico que no parecía ser del todo honesto. Aunado a las pruebas que dejaban en descubierto tratos ilícitos que tenían con el gobierno para encubrir crimines que eran evidentes para todo el mundo. Solo confirmó una verdad que a voces ya se sabía. Sin mencionar la noticia de que, aparentemente, hay un gobierno criminal que es el que se encarga del orden mundial. Sinceramente, parece más una teoría conspirativa, sin embargo, me da la sensación de que algo más grande está ocurriendo y no nos estamos dando cuenta. Eso me lleva de vuelta a Kara, quien puede estar inmersa en un problema que jamás nos diría y fingiría que nada malo está pasando, usando un mecanismo de defensa de evasión, como toda su vida ha hecho.

Debería tomar medidas más drásticas con ella, empujarla de ese caparazón que la hace pensar que no necesita ayuda y que estar solo en el mundo es mejor que lo que sea que piense sobre eso. Se volvía tan compleja como predecible en sus actos, arrogante en los bordes profundos de su personalidad y frágil en la profundidad de su corazón. Tan impulsiva e imprudente, como sensata y coherente. Siempre fuerte, siempre inquebrantable y siempre sola, como si no encontrara su lugar en este mundo. Mas de una vez me he preguntado que puede ser aquello que la haga cambiar, que la haga ser más sincera consigo misma. Solo algo con la suficiente fuerza podría mover y acomodar su mundo, pero dudo que haya algo lo suficientemente grande para lograr aquello. Si nosotros, con años de vivir con ella y de conocerla, no hemos podido hacer algo como eso, no creo que exista algo que pudiera generar un profundo impacto en ella.

Solo esperaría una semana más, si no se comunicaba en ese tiempo iría a buscarla. Podría tomarme libres un par de días para saber cómo está, cómo se encuentra y asegurarme de que todo esté bien, porque, aunque no quiera, me preocupo por ella. A fin de cuentas, es mi hermana y alguien que llegué a querer profundamente.

Nunca tuve hermanos y definitivamente cuando ella llegó no la quería del todo en mi vida, pero fue su calidez y amabilidad la que me hizo simpatizar con ella. Como todos los hermanos tuvimos nuestras semejanzas y diferencias, pero siempre hubo ese respeto mutuo y calidez entre ambas. Pese a que éramos como el día y la noche nos entendimos perfectamente...

­— Se le ve distraída, Señorita Danvers.

La voz de mi jefe me saca de mi ensimismamiento y los documentos que se supone debería estar leyendo se encuentran regados sin orden sobre mi escritorio. Los apilo en una orilla y los dejo del lado para prestar la debida atención a mi interlocutor.

— Perdón, es que estoy pensando en mi hermana.

Levanta las cejas con sorpresa, sus ojos, de un chocolate profundo, me observan con curiosidad. Es sumamente extraño que él, entre todos, sea el que viene en mi búsqueda, regularmente siempre es al revés, soy yo quien va su despecho si me necesita o si lo necesito.

— No sabía que tenía una hermana, Señorita Danvers.

— Casi nadie lo sabe.

— Y esa hermana, ¿es tan bella como usted?

— Puede ser. — Evado la pregunta, no queriendo que vaya como un perro detrás de un hueso sobre de mi hermana.

— Veo que no le gusta hablar mucho de ella.

Intenta indagar más en el tema, como si con ello fuera a lograr algo. A este punto ya he aprendido a lidiar con sus coqueteos impertinentes y a dar desplante de los mismos con sutileza y gracia.

— Necesita algo, Señor Marcial.

— En realidad sí, una compañía grande pregunta por usted. Al parecer necesitan un nuevo abogado corporativo —. Frunce el ceño, sentándose en el borde mi escritorio para quedar en paralelo conmigo —. Intenté recomendarles a otros abogados que trabajan de manera independiente y ofrecer nuestros servicios como buffet, pero se han negado. En su lugar, preguntaron específicamente por usted, buscan alguien especializado en el derecho corporativo, litigio y resolución de conflictos. Quieren ser representados por usted, no por nuestro bufet.

— Oh, ya veo.

— Mencionaron el caso Penzzoil.

Uno de los casos más grandes y más caros dentro de los juicios corporativos. En aquellos años formaba parte de otro bufete de abogados, más pequeño que en el que ahora trabajo. Se nos contrató como abogados asociados para colaborar con el equipo legal de la empresa Penzzoil. Después de ese gran éxito logré obtener mejores propuestas de trabajo hasta llegar a Baker McKenzie, donde trabajo actualmente.

— ¿Dijeron la razón de esto?

— No, solo que no les interesan nuestros servicios, sino únicamente el suyo.

Su mirada era cada vez más dura, parecía molesto por la situación, pero su voz se mantenía apacible y tranquila. Que rechazaran nuestros servicios no era muy habitual, amenos que la empresa fuera muy pequeña y pensara que un abogado sería más barato en vez de un bufet. Sin embargo, seguía sin entender el porqué de su visita.

— Bueno, puedo agendar una cita para mañana en la tarde.

— No.

— ¿No?

— Nuestras reglas son muy claras, no se puede contratar abogados de manera independientes mientras se trabaje para este bufet.

Me miró de mala manera, como si sospechara de mí. Finalmente me sonrió condescendiente y tomándome del hombro me dijo con cierto aire desenfadado.

— Bueno, no es un "no" por completo. Necesito que vayas y averigües que quieren, convéncelos de que firmen con nosotros y te niegas si solo quieren contratarte de manera independiente.

— ¿Es decir que el cliente no vendrá?

— No, su fundadora es una mujer muy ocupada. Realmente nunca se le ve, será su CEO quien te reciba y exponga el caso que se me negó a mí saber.

Debía ser una empresa demasiado importante para que aquello lo hiciera ir a amenazarme sutilmente si no cumplía con las reglas de mi contrato y al mismo tiempo me hiciera cerrar un trato de algo que desconocíamos que era, pero que parecías ser prometedor e importante.

— ¿Qué empresa es la que contrata y a quién se supone que debo buscar?

— Rohtul Corp. Te dirigirás a Samanta Arias.

— Mañana tengo audiencia, no podré ir...

— Mandaré a otro en tu lugar. Necesito que atiendas este asunto y si solo buscan tus servicios... bueno, ya lo sabes.

Salió de mi oficina sin decirme nada más, dejándome con un nudo en el estómago y la intriga a flor de piel. Los documentos que me estaba matando por leer ya no serían necesarios, ahora, otro se encargaría de mi trabajo. Vi el teléfono y, una vez más, marqué el número de la casa de Kara, con la esperanza de encontrarla y poder hablar con ella. Sonó una, dos, tres, cuatro veces y finalmente entró en estado de recesión.  

La AdjudicadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora