Se dice que el mundo se creó en siete días y se necesitó apenas un soplo divino para que la vida existiera, es una manera poética y metafórica de hablar del caos que había antes de la súbita expansión que desencadenó aquello que conocemos como big bang. Es tan cierto y misterioso que, al día de hoy, todavía se cuestiona la divinidad dentro de la ciencia, pero, si incluso el mismo Newton afirmaba, implícitamente, la existencia de Dios, ¿por qué aún cuestionamos dicha existencia? La respuesta se vuelve tan simple como compleja. Los no creyentes dirán que aquello que no se puede comprobar no existe, se aferraran a la ciencia para asegurar su inexistencia, algunos más hablarán del politeísmo y la falta de congruencia y algunos otros dirán que es la presencia del mal lo que prueba que no existe un ser divino, porque los creyentes aseguran que Dios existe para que el mal no avance. Sin embargo, hablando de lo divino y el bien y el mal, dentro de la divinidad se creo el libre albedrio, donde cada persona se vuelve responsable de sus actos, dejando un resquicio de maldad en el mundo que afecta aquellos que no hacen daño.
En cuanto a las pruebas de la existencia de Dios solo podemos decir que Santo Tomas de Aquino no mintió al decir que la existencia de Dios es una verdad objetiva que puede ser conocida independientemente de la fe. Para él, la razón humana era capaz de llegar a la conclusión de que Dios existe a través de la observación del mundo y el uso de la lógica, sin depender únicamente de la creencia subjetiva o personal. Lo que me lleva a mí a pensar que Dios existe solo si crees en él y esa es la prueba más grande de su existencia, tal como las ideas filosóficas en las que se basaba Blaise Pascal.
Y no tiene mucho sentido pensar en todo esto y cavilar profundamente en ello, pero son cosas que a veces uno no puede evitar, menos cuando es la misma vida la que te lleva a cuestionarte toda tu existencia. Puedo decir que la fe, en más de una ocasión, es la que me ha salvado de los terrores del mundo, pero no me refiero al fanatismo que obstruye la pureza y te hace cuestionarlo todo. No, me refiero a esa fe de que existe algo más grande que nosotros y que el destino es un hilo retorcido que juega con nuestra existencia. Mi vida y mi futuro penden de ese hilo, y de esa fe de que todo puede salir bien. Y si estoy viva es por los resquicios de maldad y bondad que existen en el mundo. Y la pregunta que no me abandona es: ¿Qué precio se estará pagando para que yo siga existiendo?
Han pasado siete días desde mi llegada a este lugar. Nunca pensé que la primera vez que visitara un castillo sería como rehén, sin embargo, aquí estaba y el único rastro de la existencia de esa mujer era la máscara que había dejado en la mesa de noche, cerca de la cama.
Puede parecer desquiciada mi acción, pero llevo conmigo esa máscara a todas partes, temiendo que desaparezca, como si de una ilusión se tratara. Incluso llegué a tener momentos en los que pensaba que todo esto era un sueño, que las pesadillas habían terminado y solo quedaba un placido descanso, donde el dolor y el miedo no existían. Pero era el latido de mi corazón lo que me mantenía conectada a la tierra, lo que me hacia saber que no era un sueño, ni una ilusión lo que estaba viviendo. A final de cuentas yo seguía siendo un Rehén y veía a múltiples personas vigilarme desde las sombras, como si su orden hubiera sido que yo no los viera o interactuara con ellos. No obstante, se respiraba un ambiente menos hostil y se me atendía como si fuera la dueña de la casa. No me hablaban y cuando lo hacían eran palabras monosílabas o no más de tres palabras, en acentos todos diversos, unos más musicales y otros más hoscos.
El castillo era demasiado grande para que solo viviera una persona, estaba lleno de pinturas y cuadros impresionistas, juraría que eran originales y no copias. Su colección iba desde los desnudos de Édouard Manet, hasta los paisajes de Monet y Van Gogh, era mas parecido a una galería de arte que a un castillo residencial. Las vistas al mar eran impresionantes y la que sería la habitación principal, donde me habían instalado, daba de frente al jardín y al mar, teniendo la mejor vista de toda la casa.
Se me entregó todo un guarda ropa de mi talla con diferentes prendas para poder vestirme y se me ordenó que me bañara todos los días. A demás de que no podía saltarme la hora de la comida. Me alimentaban prácticamente seis veces al día, con porciones adecuadas y bien balanceadas, incluyendo las comidas que le había mencionado a Lena, la mujer de la máscara. Entonces supe que esas órdenes de mantenerme limpia y bien alimentada venían de ella, al igual que el guarda ropa que se ajustaba más al estilo que solía vestir.
Sentía un latido en mi corazón al pensar en ella y una ligera ausencia de su presencia, probablemente si estuviera con ella las horas de comida no serían tan lentas y seguramente me apresuraría a que comiera.
Inevitablemente rememoraba nuestro último encuentro, su tacto delicado sobre mi rostro y sus ojos brillantes a la tenue luz que la envolvía. Recordaba que había dicho que le gustaban los girasoles y que pronto todo terminaría, tal vez era una despedida, tal vez nunca más volvería a verla y no sabía si eso me hacía sentir feliz o triste. Mi mente era un caos y se contradecía constantemente. Una parte de mí me decía que no era una mala persona y la otra sabía que lo era, pero era un choque en los sentidos, porque todo lo que había hecho era algo malo; pero también algo bueno. Los flashes de mi memoria me llevaban de vuelta a la imagen de ella bañada en sangre, de cuando la conocí y de cuando la vi en la habitación, en una penumbra casi idílica. Sabía perfectamente que la sangre que la empapaba era la de esos hombres que me habían tocado y ultrajado, sabía que había cumplido su promesa de hacerlos pagar y de que nunca jamás volvieran a siquiera posar la mirada sobre mí. Esa era la parte que me hacía no entender nada de ella. Lo que cualquiera hubiera pensado que era algo sin importancia, dada mi situación, a ella le importaba. Lo que para otra persona en mi posición hubiera implicado el abuso y la tortura de la peor manera, yo estaba siendo protegida por ella, incluso podría decir que me cuidaba como un bien preciado o un tesoro valioso. "Eres afortunada y ni siquiera lo sabes, otro no correría la misma suerte". Fue lo que me dijo el hombre asiático, el que siempre me seguía a todas partes y me vigilaba con cierto odio en la mirada.
Las noches era la peor parte del día, se convertían en pesadillas eternas. Cada sombra parecía asecharme y cada ruido se trasformaba en una nueva amenaza que en cualquier momento entraría a mi habitación y me poseería como un objeto sin valor. Me aferraba a la única presencia de ella que tenía conmigo, su máscara. Como si fuera un boleto de mi salvaguarda, solo de esa manera podía sentirme en paz en aquella soledad donde todos eran desconocidos, un peligro y una amenaza. Me hacía sentir mas segura y más protegida, pese a que era realmente cruel y sanguinaria, una pare de mí creía que no sería así conmigo. Al final terminaba durmiéndome con sus palabras, "No volverá a pasar lo de hoy, fue descuidado de mi parte hacer aquello". "No es algo que deba agradecer, señorita Sunset". "No soy como esas bestias". "Lo ocurrido fue una insensatez de mi parte". Repitiéndome, una y otra vez, que realmente no es tan mala.
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La Adjudicadora
FanficEn las sombras de Nueva York, donde el oscuro mundo del crimen se entremezcla con la opulencia, una misteriosa figura femenina lidera la Alta Mesa, un consejo de criminales intocables. Su rostro, marcado por el fuego, se oculta tras una máscara de p...