Albert sintió una gran preocupación cuando Dorothy les había informado que Candy no se encontraba en la mansión, lo primero que se le vino a la mente fue marcarle al celular el cual estaba apagado, una posibilidad menos; no podía controlar su ansiedad, donde estaría la rubia en esos momentos.
- ¿Dónde estará? – preguntó la señora Elroy para ella misma.
- No lo sé, el celular lo tiene apagado. Lo peor de todo es que hoy tiene que estar en el barco, tía que buena idea, el barco, hablaré con George e iremos al yate, cueste lo que cueste. Dorothy, Dorothy, alista el equipaje de Candy – pidió a la mucama llamándola insistentemente.
- Sí joven William, enseguida – corrió hasta la habitación de la rubia preparándolo todo.
- Adiós tía abuela, la llamaré más tarde – salió de la biblioteca yendo por su maleta.
- Si William, cuídate. ¡Qué niño! Tan precipitado como ella – la señora Elroy viajó rápido entre los recuerdos y sonrió ante esa aseveración.
Mientras en el embarcadero, Mario y Terry se encontraban limpiando un poco la arena que el segundo había subido al yate de los Andley, el primero había ido a la parte delantera para observar que todo estuviera en orden, logrando ver una linda silueta rubia sobre la mampara.
- Señor Grandchester, lo esperaré o lo dejo con la señorita – infirió Mario.
- Este... - comenzó a pensar, aunque de pronto cuestionó. ¿Cuál señorita?
- En la popa esta una señorita, aunque yo sabía que los demás llegarían hasta la noche – le informó.
- Espera aquí, voy a ver, ¿quién es? ¡Hola! ¿Qué haces aquí? – preguntó tapándole el sol a la rubia.
- Tomando el sol – respondió ladeando un poco el rostro.
- No se supone que estás en la mansión – cuestionó él un poco preocupado.
- Estaba – respondió tajante.
- ¿Cuándo llegaste? – preguntaba decidido a saber ¿por qué había llegado tan temprano?
- En la madrugada, dormí en los camastros de la playa – informó cerrando los ojos.
- ¿Pasó algo? – inquirió el castaño.
- No – respondió escuetamente.
- No pasó nada eh, entonces ¿por qué tienes ojeras? – rio ante el desconcierto de esas marcas debajo de sus ojos.
- No dormí bien – respondió ella y volvió a cerrar los ojos.
- Ya veo, ¿puedo preguntar algo? – decidió que era mejor encararla.
- Pregunta – asintió ella y levantándose cuando él se puso en cuclillas.
- ¿Quién te maltrató tanto los brazos? – le tomó primero uno y después el otro.
- Ah, esto, me lastimé con una pulsera – respondió ella desinteresadamente ya que sabía de lo que hablaba.
- Sí claro, ¿por qué mientes? – preguntó disgustado y tensando la mandíbula.
- ¿Por qué no? ¡Hey, Terry suéltame... que me duele! – se jaloneó tratando de que la soltase.
- No lo voy hacer hasta que me digas que fue lo que te hizo tu novio – siguió jalándola hasta que la aprisionó contra su cuerpo.
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Un amor que no entiende de pasiones
Fiksi PenggemarÉl un millonario desde el nacimiento, ella una hermosa y sencilla doctora. Él un Don Juan hasta que la conoce a ella, una mujer reconocida por sus logros y amada por quiénes tienen el placer de estar a su lado. Desde el día de su nacimiento, el Duq...