Capítulo XIII

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- Albert, ¿por dónde entraron? – exclamó sorprendida la rubia.

- Conocemos una ruta menos trabajosa – respondió el rubio ayudando a Candy a salir de la poza.

- ¿De verdad! ¡Qué alegría verte! – apenas salió y lo abrazó efusivamente, provocando celos al castaño.

- ¡Gracias terroncito! – soltó una carcajada.

- ¿Terroncito? – repitió molesta.

- Bueno tú me dijiste que ya no te llamara Pecosita, de algún modo te tengo que nombrar – señaló él divertido.

- Muy gracioso Albert – lo golpeo en el brazo.

- Albert deja de molestar a Candy, ¿cómo les fue? – preguntó Richard obviando que Albert y Candy se encontraban en medio de una riña familiar.

- A Candy se le terminó el aire – informó el castaño.

- Me lo imaginaba, los miembros de tu familia se dan su importancia – comentó Richard sonriendo al ver que terminando su comentario Albert fruncía el ceño.

- Calma Richard, que según recuerdo mi tío dejó que ganaras – le recordaron.

- Sí claro – bostezó Richard ante el comentario.

- Alguien sabe cómo me deshago de este problema – levantó la mano viendo que ellos seguían unidos.

- Ah ese... - Richard y Albert los observaron y después se observaron entre ellos dos.

- Sí este – exclamó desesperado.

- Bueno pues creo que Candy sabe cómo hacerlo – todos observaron a Candy ante este comentario.

- ¿Alguien puede informarme? – preguntó Candy molestándose un poco pues al parecer todos sabían menos él.

- Sí por supuesto, Candy – inquirió el rubio.

- Bueno cuando ellos se vayan cenaremos y pasaremos un rato aquí los dos solos, podemos platicar – sugirió ella.

- ¿Platicar? – gritaron ambos hombres asustando a los chicos.

- ¿Que tiene? – cuestionó la rubia.

- Eso es lo que menos tienes que hacer – le recordó su rubio tío.

- Albert, déjame en paz – le dirigió una mirada reprobatoria.

- Me pueden decir ¿de qué hablan? – preguntó Terry.

- Lo que Candy no quiere decirte es que después de un ritual que se hace, te tiene que b...- fue interrumpido por la rubia.

- Albert es necesario, no puede ser una sorpresa – sugirió ella.

- Bueno, pues mejor creo que nos vamos – refirió Richard.

- Candy dime, ¿qué es lo que planean? – comenzó a cuestionar su actitud para con él.

- Espera y verás, Albert trajiste lo que te encargué – le susurró la rubia.

- La cesta está detrás de la roca dónde estás sentada, provecho – se despidió de ambos y comenzó a caminar.

- Albert no le digas eso, se lo va a tomar en serio – intentó bromear Richard.

- Suerte Terry, aprovéchate de esta oportunidad – recomendaron ambos.

Un amor que no entiende de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora