Capítulo XXIII

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El siguiente capítulo contiene escenas de contenido sexual, abstente a leer si eres susceptible.


- A ¿dónde vas? – preguntó Candy cuando lo vio caminar hacia la puerta.

- A mi camarote Candy, necesito comer primero – refirió él con otra mirada.

- Pues precisamente eso es lo que voy hacer – dijo ella dándose la vuelta.

- Candy, ¿segura? – le preguntó levantando la ceja.

- ¿Tú lo estás? – le devolvió el cuestionamiento.

- No necesitas preguntarlo – avanzó hacia ella con determinación y la alzó depositándola en la cama, prodigándole besos por todo el cuerpo, ansioso y amoroso.

- Candy ¿estás segura? – quiso saber.

- Tan segura como lo que estoy a punto de hacer, necesito saber... ¿cuánto me amas? – cuestionó Candy.

- Más que a mí mismo, te apoyaré en todo y ante todos – le prometió.

- Sabes...debo preguntarte una cosa... - comentó ella.

- ¿Qué cosa? – se detuvo consternado.

- ¿Tienes preservativos? – preguntó ella como si hablaran de chocolates.

- No... pero si resulta que tenemos un hijo, créeme que seré feliz, eternamente feliz – le dijo volviéndola a besar.

- Es que yo si tengo – le informó.

- Lo dejo a tu decisión Pecosita, tú podrás detenerme si así lo quieres – le dijo y alzó una mano arriba en son de promesa.

- Entonces bésame – le pidió ella obligándolo, de alguna manera.

Candy tomó los labios de su novio, para luego enredar los dedos entre los cabellos de Terry, acercándolo más a su boca, Terry que tenía el pecho descubierto, comenzó a suspirar cuando su novia le daba tímidas caricias, ella le estaba ganando la partida por lo que comenzó a acariciarle las piernas haciendo que emitiera sonoros gemidos. Los cuales tuvo que acallar con besos profundos, ya que Mario pudiera estar cerca de ahí y podría escucharlos.

- Terry – lo llamó deteniéndose.

- Dime – se apartó con los ojos oscuros invadidos por la pasión.

- Te amo – emitió apenas y volvió a besarlo.

- Yo también te amo Candy, hazme tuyo – le pidió muy serio.

- No se supone que eso debería decirlo yo – refirió Candy no muy contenta.

- Candy no seas experta ahorita – le rogó ella.

- Está bien, muy bien – se dejó convencer.

Candy le dio una mordida en el mentón lo que hizo que una corriente eléctrica traspasara a cada centímetro de su cuerpo y con ello consiguiera una erección, fuerte y poderosa; Terry lo sintió y emitió un gemido ahogado, no lo soportaría más, así que tomó a Candy de la cintura y la pegó a ésta haciendo que Candy brincara un poco al sentirla.

- Terry – lo llamó con deseo.

- ¿Qué pasa candy, asustada? - curvó sus labios en una tímida sonrisa, aparentemente.

- No ¿por qué? – dijo ella con sutileza.

- Por nada, bésame – le pidió él de nueva cuenta a lo que ella respondió con agrado.

Un amor que no entiende de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora