Capítulo XVII

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- No nos acordamos que Terry era celoso – regresó la mirada hacia la rubia y le sonrió dulcemente.

- ¡Te he dicho que la sueltes, Albert! – gritó el castaño enfadado.

- Regreso más tarde cuando tu león se vaya a dormir – le guiñó el ojo y besó su frente.

- Sí – aceptó y comenzó a reír por lo bajo. Bueno me iré a bañar – comenzó caminar viendo como Terry miraba a su padre.

- Un momento señorita – la tomó del brazo sin apretarla.

- ¿Qué pasa Terry? ¿Sucede algo? – le cuestionó la rubia al ver esa actitud.

- No te hagas Candy, vi todo – soltó el interpelado.

- Todo...a ¿qué te refieres con todo? – se soltó e hizo una mueca al escuchar el reclamo de su novio.

- Sí todo, el abrazo, el beso, el...- comenzó a enlistar los mimos de Albert.

- El ¿qué Terry? El abrazo fraternal, el beso en la mejilla y por lo de las palabras no te asustes, recuerdas que es mi primo – le reprocho irónicamente.

- No estoy muy seguro – susurró.

- ¿De qué cosa? De que no te quiero – sugirió ella.

- Ah ahora me quieres, hace rato me amabas y después ¿qué será? – comentó molesto.

- Terry, no seas celoso y menos conmigo – lo tomó de la barbilla acercándose rápidamente.

- ¡No soy celoso! – recalcó él.

- Sí claro ni se nota, sabes hoy estoy feliz – decidió cambiarle el tema.

- Ajá – soltó sin hacer mucho caso.

- De verdad mi amor – lo abrazó delicadamente.

- Y por eso has llorado, volviste con él ¿no? – cuestionó enfurecido.

- No – respondió ella bajando los brazos.

- Entonces ¿por qué las lágrimas? – cuestionó celoso, aun más que hace unos momentos.

- Alegría – comenzó a dar de vueltas con los brazos en el aire.

- Estás feliz por mí – preguntó al no entenderle.

- Digamos que sí – respondió ella.

- O sea... - increpó.

- Que deja los celos a un lado, aunque...- comenzó a morder el dedo.

- Sí – inquirió rápidamente.

- Debes saber algo – comentó dándose la vuelta.

- Dime – escuchó atento.

- No debes de preocuparte más por Albertito, él y yo no podemos ser pareja nunca – le informó.

- ¡Qué buen detalle! Eso se debe a – intentó sacarle más información.

- A que somos de la misma familia – recalcó ella pero al parecer el castaño no lo entendió.

- Candy – la llamó pero sabía que no obtendría más información.

- Dime – respondió volteando el rostro.

- ¿Me amas? – quiso saber.

- ¿Tú lo haces? – cuestionó la rubia observando a su novio.

Un amor que no entiende de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora