No lo perderé También

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Las gotas de lluvia caían pesadamente sobre el torturador, arrastrando la sangre de sus víctimas por su piel, creando un macabro río carmesí que serpenteaba por el suelo. La tormenta, con su furia implacable, parecía intentar lavar la atrocidad cometida, pero el horror persistía, impregnando el aire con su densa y amarga esencia.

Su compañero, empapado hasta los huesos y cubierto de barro y sangre tras una frenética búsqueda de suministros y municiones, se aproximó lentamente. El rifle en su mano temblaba ligeramente, no por el frío, sino por la fatiga y el peso de lo que habían presenciado. Se detuvo a unos pasos de distancia y, con una voz grave y solemne, pronunció: "Debemos partir... Joel".

Joel, tras asegurarse de que no quedaban pistas sin revisar sobre los atacantes, se dirigió de vuelta a casa. El sol, tímido y débil, había comenzado a asomarse tras un día interminable de nieve y oscuridad. Las nubes, que habían mantenido el mundo en penumbra, se disipaban lentamente, dejando entrever fragmentos de un cielo despejado que apenas lograba iluminar el desolado paisaje.

 Las nubes, que habían mantenido el mundo en penumbra, se disipaban lentamente, dejando entrever fragmentos de un cielo despejado que apenas lograba iluminar el desolado paisaje

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Al llegar, sacudió la nieve de sus hombros y dejó el rifle cuidadosamente a un costado de la puerta. Se encaminó hacia la cocina, pero un destello de movimiento en el salón lo detuvo en seco. Giró la cabeza y, a través de la penumbra, distinguió la silueta de alguien recostado en su sofá. Retrocedió un par de pasos, forzando la vista para reconocer a la persona.

María Miller yacía inconsciente sobre el sofá, su figura normalmente tensa ahora sumida en una calma inusitada. Su cabello rubio claro, deshecho en suaves ondas, enmarcaba su rostro y caía descuidadamente sobre el cojín. Las líneas de expresión que hablaban de su fortaleza y determinación estaban ahora suavizadas por el sueño profundo.

Llevaba una chaqueta de cuero marrón, gastada por los años y las batallas, y unos jeans ajustados que destacaban su atlética complexión. Sus botas de trabajo, robustas y desgastadas, descansaban junto al sofá, mientras sus manos, fuertes y callosas, reposaban sobre su abdomen, subiendo y bajando con el ritmo tranquilo de su respiración.

A pesar de su estado inconsciente, María irradiaba una sensación de resiliencia y fortaleza. La tenue luz de la habitación iluminaba su rostro, revelando un semblante tranquilo y pacífico, una rareza en su habitual estado de alerta constante.

El silencio llenaba la estancia, roto únicamente por el suave susurro de su respiración. En ese momento, María parecía vulnerable, una pausa en su incesante lucha por la supervivencia en un mundo implacable.

Joel, perplejo, se acercó con cautela. Sabía que María no había tenido altercados recientes con Tommy, lo cual hacía aún más inexplicable su presencia allí. Se inclinó hacia ella y, con voz baja, intentó despertarla.

Al no obtener respuesta, la agitó suavemente al principio, luego con más fuerza, preocupado por su inercia. Finalmente, al revisar su pulso, sintió un latido débil pero constante.

𝙏𝙝𝙚 𝙇𝙖𝙨𝙩 𝙊𝙛 𝙪𝙨 "𝘾𝙧𝙤𝙨𝙨 𝙍𝙤𝙖𝙙𝙨" (Ellie y Tú )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora