Solo eran días normales entre un niño y un adolescente casi adulto.
Gojo Satoru estaba seguro que criar a un mocoso debía de ser fácil.
Megumi Fushiguro no confiaba ni un poco en él.
Por supuesto, nada sale según lo planeado.
●Créditos a sus respect...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Regalo para un anciano.
—¿No crees que estás siendo muy duro con Gojo sensei?
Detuvo su lectura cuando escuchó las palabras de su hermana, sus ojos cayendo en Tsumiki quien sentada en el piso coloreaba un cuaderno -regalo de Satoru- en la mesa de la sala de estar. Los bonitos ojos de la niña conectaron con los suyos en una reprimenda silenciosa que siempre utilizaba cada vez que su actitud no era aprobada.
Pero Megumi era terco y un niño muy resentido.
—No es merecedor de mi respeto, fue por su culpa que terminamos separados todo ese tiempo.
Su gesto era serio, demasiado para un niño pequeño al punto de ser gracioso. Sin embargo Megumi realmente no podía perdonar a aquel en quien creía era el culpable de todas sus penas.
—No es la culpa de Gojo sensei. Él no sabía que esos señores nos separarían.
—Si dice ser el más fuerte, ¿por qué no nos protegió de ellos?
Tsumiki se mantuvo en silencio ante la pregunta, no porque no supiera que responder, simplemente porque no sabía cómo explicarlo sin acomodar primero sus palabras en su mente, claro que esto no estaba a la vista de Megumi por lo que el niño sonrió en su interior al creerse obvio.
—No vale la pena pelear por…
—¿No crees que es solitario? Sensei carga con todo el peso de este mundo mágico pero no ha recibido ni una sola visita desde que estamos aquí.
El menor la observó con los brazos cruzados como un anciano esperando la respuesta de su tonto nieto al contradecirlo. No es que Tsumiki sea tonta o algo parecido, simplemente Megumi transmitía más edad de la que tenía en ciertos momentos.
—Ese no es problema nuestro.
—Sólo piénsalo un momento.
—No me interesa.
—Megumi, por favor.
Maldición, Tsumiki era el punto débil de Megumi.
Bien. Desde que llegaron si hacía memoria ciertamente no había ni un solo recuerdo de alguien visitando a Gojo. Desde hace una semana solo eran ellos tres compartiendo sin ninguna cuarta presencia. Al inicio fue tedioso y difícil pero el mismo Megumi sabía que no sólo era incómodo para ellos sino también para el mismo hombre quien no podía mostrar mucha objeción al compartir su propio espacio. Había momentos donde sutil, muy sutilmente un gesto de inconformidad se escapaba de su control por el rostro de Satoru antes de esconderlo bajo una sonrisa frente a ambos menores.
Si, parecía muy solitario. Aunque también vago, o al menos así lo veía Megumi. El hombre no había asistido a la escuela de hechicería ni una sola hora desde que estaba con ellos, solo se dedicó a ayudarlos a ordenar y decorar sus habitaciones. El punto era que si, solitario, eso.