amanecer

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Elizabeth despertó de golpe, su respiración entrecortada y el eco de un grito aún resonando en su garganta. La oscuridad de su alcoba apenas era interrumpida por el tenue resplandor de la luna que se filtraba a través de las pesadas cortinas. Las pesadillas habían vuelto, más intensas que nunca, dejándola atrapada en un abismo de terror y desesperación. Se levantó lentamente, sus pies descalzos encontrando el frío suelo de piedra, y caminó hacia la ventana, buscando consuelo en las estrellas. Fuera, el castillo dormía en calma, ajeno a su tormento.

Elizabeth volvió a su cama, frustrada por aún no lograr comprender el por qué de sus pesadillas. A pesar de vivir y ser la futura gobernante de Elaria, uno de los reinos más prosperos y fuertes, ella no lograba encontrar paz.

-"¿algún día podré escapar de este tormento?-" se preguntaba la princesa mientras se disponía a tratar de conciliar el sueño nuevamente.

A la mañana siguiente, a tempranas horas, el cálido silencio de los pasillos reales es interrumpido por un grito proveniente de la habitación de la princesa Elizabeth. La criada real acude rápidamente a la habitación.
-"¿Majestad? ¿Se encuentra bien?"-pregunta aproximándose a la Princesa.

Viendo que esta no puede hacer más que llorar, la envuelve en un abrazo consolandola.

Elizabeth, con algo de esfuerzo, trato de dialogar con su criada

-Maris...- sollozó

-Tranquila, mi señora. Estoy aquí -dijo Maris, acariciando suavemente la mano de Elizabeth -. Todo está bien ahora.

Elizabeth respiró profundamente, intentando calmarse. Después de unos momentos, sus lágrimas cesaron y su respiración se volvió más regular.

-Gracias, Maris -dijo Elizabeth con voz temblorosa-. No sé qué haría sin ti.

Maris le sonrió con calidez.

-Siempre estaré a su lado, princesa. ¿Qué fue esta vez? -preguntó con suavidad.

Elizabeth se estremeció al recordar el sueño.

-esta vez... esta vez había un monstruo -explicó, su voz apenas un susurro-. Era tan real, Maris. Sentía su aliento en mi piel, sus ojos me seguían...

Maris frunció el ceño, preocupada.

-Tenemos que encontrar una manera de detener estas pesadillas -dijo-. No puede seguir viviendo con este terror cada noche.

Elizabeth asintió lentamente

Maris apretó la mano de Elizabeth con más fuerza.

-Todo se resolverá, mi señora. Debe tener esperanza. Mientras tanto, estoy aquí para usted, siempre -dijo con determinación.

Elizabeth esbozó una pequeña sonrisa.

-Gracias, Maris. Tu apoyo significa mucho para mí.

Maris le devolvió la sonrisa y se levantó
-intente descansar princesa, ire a preparar todo para su desayuno y volveré por usted.

Elizabeth asintió e intento conciliar el sueño nuevamente, aunque sin éxito.
Se quedo mirando al techo, perdida en sus pensamientos por un buen rato.

Hasta que despues de unos 30 minutos, Maris vuelve a la habitación

-Princesa, el desayuno está listo. Debería comer algo- dijo con suavidad.

Elizabeth asintió, levantándose con esfuerzo. Maris la ayudó a vestirse y juntas se dirigieron hacia la cocina del palacio, un lugar cálido y acogedor donde las aromas de pan recién horneado y té perfumaban el aire.

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