recuerdos

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Pasaron dos semanas desde los terribles eventos en el palacio de Elaria. Los visitantes se habían ido, las reconstrucciones avanzaban rápidamente, y los heridos estaban mejorando. La vida parecía estar volviendo a la normalidad, pero en una de las torres más apartadas del castillo, Lydia trabajaba incansablemente en su laboratorio, rodeada de frascos, pociones y antiguos grimorios. La bruja, de aspecto eternamente joven y bello, tenía una historia que pocos conocían.

Lydia había nacido siglos atrás, en un pequeño pueblo olvidado por el tiempo. Desde joven, había mostrado habilidades mágicas, lo que la convirtió en una amenaza para los supersticiosos habitantes de su aldea. Cuando su familia fue asesinada en una purga de "brujas" impulsada por el miedo y la ignorancia, Lydia juró nunca más ser débil ni vulnerable. Destruyó su pueblo y Vagó por el mundo, aprendiendo de cada hechicero, alquimista y brujo que encontró. En su búsqueda de poder, descubrió la existencia de la Roca de Almas y el Bastón de los Ancestros, artefactos que, según la leyenda, otorgaban poder ilimitado, la inmortalidad verdadera e incluso la capacidad de abrir puertas a otros "mundos". Con esto podria ver de nuevo a su familia, no sería debil y seria completamente inmortal.

Pero este conocimiento tenía un precio. Para mantenerse joven y hermosa, Lydia había aprendido a absorber la juventud de otras mujeres. Había perturbado y absorbido la energía vital de muchas princesas, y ahora Elizabeth era su último objetivo. Lydia veía en ella no solo una fuente de poder, sino también una amenaza potencial para su plan. La profecía del Guerrero  la inquietaba, pero también le daba una posible solución definitiva a su eterno dilema.

Justo en ese momento, Elizabeth llegó acompañada de Thorne, buscando ungüentos y otras provisiones para la enfermería. Lydia, ocultando sus pensamientos tras una máscara de amabilidad, les proporcionó todo lo que necesitaban.

—Gracias, Lydia. Eres muy amable —dijo Elizabeth, sonriendo mientras recibía las pociones y ungüentos.

—Siempre es un placer ayudar, mi niña —respondió Lydia, manteniendo su fachada.

Después de entregar las provisiones en la enfermería, Elizabeth buscó a Maris y juntas se dirigieron a la biblioteca, intrigadas y decididas a continuar con su investigación. Necesitaban descubrir más sobre la profecía que parecía rodear a Thorne. Sin embargo, sabían que Thorne no las dejaría solas fácilmente.

—Thorne, ¿podrías ir a buscar a los niños y prepararlos para sus clases? —pidió Elizabeth con suavidad.

Thorne asintió, siempre obediente a las órdenes de Elizabeth, y se fue en busca de los pequeños.

Una vez solas, Elizabeth y Maris se sumergieron en la búsqueda. Revisaron pergaminos y libros antiguos, buscando cualquier pista relacionada con la profecía. Tras una exhaustiva búsqueda, encontraron un viejo tomo que hablaba del Guerrero Potenciador.

—"El Guerrero de la Profecía será capaz de potenciar a otros, volviéndolos poderosos..." —leyó Maris en voz alta, pero la página que explicaba cómo estaba borroneada y rota.

—¡Siempre pasa lo mismo! —exclamó Elizabeth, frustrada—. Necesitamos más información.

Decidieron preguntar directamente a Thorne. Después de un rato, él regresó, informando que los niños ya estaban desayunando y que pronto vendrían a sus clases.

—Thorne, ¿alguna vez has oído hablar del "Potenciador"? —preguntó Elizabeth mostrando la pagina.

Thorne se quedó pensando, intentando recordar algo de su oscuro pasado.

—No sé mucho al respecto, pero recuerdo que cuando era niño, mi padre me cortaba y vendía mi sangre. Decía que mi sangre pura era muy potente y que podría matar a quien la bebiera sin algún tipo de canalizador —respondió Thorne con seriedad.

Renacer Del Sentimiento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora