Los portales volvieron a abrirse de repente, con una luz oscura y un rugido ensordecedor. Las fuerzas que luchaban desesperadamente por el reino fueron nuevamente separadas, arrojadas a diferentes puntos de la ciudad y el palacio. Thorne, con su habitual agilidad, aterrizó en el interior del palacio, pero esta vez, algo era diferente: Malgoroth no estaba con él.
El silencio en el aire era abrumador. El guerrero miró a su alrededor con alerta, sus sentidos agudizados, buscando alguna señal del demonio. Sin embargo, lo único que encontró fue la quietud inquietante de los pasillos. Algo estaba mal. Thorne comenzó a correr, sus pasos resonaban por las piedras del suelo mientras cruzaba habitaciones vacías, moviéndose como una sombra en busca de su enemigo.
Al girar por un corredor, se encontró con una visión que lo detuvo en seco: la cocina, normalmente un lugar bullicioso lleno de vida, estaba sumida en un silencio mortal. Avanzó con cautela, y fue entonces cuando lo vio.
El cocinero, el hombre con el que siempre "peleaba", yacía muerto en el suelo. Su cuerpo estaba desfigurado, claramente víctima de un ataque brutal. Thorne se acercó despacio, su rostro tan sereno como siempre, aunque sus ojos reflejaban una sombra de dolor.
Se arrodilló junto al cuerpo, tocando suavemente el hombro del cocinero como si el contacto pudiera devolverle algo de paz. Aunque su rostro permanecía impasible, sus palabras surgieron en un murmullo bajo, casi inaudible.
—Lo siento, bartholomew… por no haber llegado a tiempo.
No había lágrimas ni gestos dramáticos, solo la cruda realidad de la muerte en tiempos de guerra. Thorne se levantó lentamente, pero antes de dar otro paso, sus sentidos volvieron a activarse. El rastro de Malgoroth aún estaba en el aire, pero ahora más distante. Debía seguir buscando, debía detener al demonio antes de que más inocentes cayeran.
Con una última mirada al cuerpo del cocinero, Thorne apretó el puño y salió de la cocina, listo para continuar la caza.
Thorne avanzaba por el palacio con el corazón endurecido, aunque cada paso que daba lo llevaba a un escenario más desolador. A su alrededor, los cuerpos de aquellos a quienes había jurado proteger se apilaban en el suelo, víctimas de la brutalidad y el caos. No había escapatoria para ellos, ni siquiera las mujeres a las que había salvado previamente habían logrado huir de la furia que ahora se cernía sobre el reino.
Incluso Rosa, la mujer que siempre trataba de coquetear con él, yacía sin vida en el suelo, su cuerpo desgarrado por los mismos horrores que el resto. Pero entonces, Thorne vio algo que lo hizo detenerse: una figura acurrucada en una esquina, la única sobreviviente entre un mar de cadáveres.
La joven estaba temblando, su cuerpo sacudido por el miedo. Thorne se acercó lentamente, consciente de que un movimiento brusco podría asustarla más de lo que ya estaba. Su mirada se suavizó un poco al verla en ese estado, y se inclinó hacia ella.
—Necesito que me cuentes qué pasó aquí —dijo en un tono firme pero no hostil—. Sé que estás asustada, pero debes ser fuerte.
La mujer, con los ojos bien abiertos y la respiración acelerada, parecía incapaz de hablar. Le costaba incluso mirar a Thorne, como si el solo hecho de estar consciente de la realidad la estuviera rompiendo por dentro. Pero él insistió, con una calma que contrastaba con el caos a su alrededor.
—La guerra es así. No podemos evitarlo, pero puedo vengar a los que cayeron. Necesito que me digas quién fue.
La joven finalmente lo miró, su rostro pálido y cubierto de lágrimas. Intentó hablar varias veces, pero solo salían sollozos entrecortados. Thorne esperó pacientemente, dándole el tiempo que necesitaba para reunir el valor. Finalmente, las palabras comenzaron a fluir, aunque rotas y a duras penas audibles.
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Renacer Del Sentimiento
FantasíaEn lo profundo de las colinas de Élaria, el imponente castillo de Rocaforte se erguía como un bastión de seguridad y tradición. Sin embargo, dentro de sus muros de piedra, la princesa Elizabeth no encontraba paz. Cada noche, las sombras de sus pesad...