Gustavo "Topo" Sol se pierde durante una violenta tormenta de nieve mientras caminaba por un sendero de las montañas y es rescatado por un extraño ser de luna.
Poco saben ambos que haberse encontrado hará que sus vidas cambien abruptamente...
Hist...
Roberto despertó acostado en las frías baldosas del baño, todas las cosas horribles que se hizo, incluyendo el darle un final a su mísera existencia, fueron producto de una pesadilla que tuvo lugar cuando se desmayó después de haber roto el espejo en un ataque de desgarrador de rabia y dolor.
Ciertamente, andar con el estómago vacío y deshidratado después de un colapso nervioso no era bueno para la salud.
El piso tenía restos de cristales afilados esparcidos. No le importaba demasiado, lo limpiaría después. Se sentía más perturbado por el extraño sueño que por su alrededor todo desordenado, esa escena tan macabra y sangrienta tardaría mucho en desaparecer de su cabeza.
Se incorporó lentamente de entre todo el desastre, temeroso de que podría volver a desmayarse.
¿Qué era sentirse vacío?
¿Qué era sentirse roto?
¿Qué era sentirse miserable?
El ser de luna experimentaba estas sensaciones casi a diario, algunos días eran más intensos que otros, por eso vivía buscando cualquier cosa para callar los malos pensamientos que se formaban en su cabeza, callarse a sí mismo para evitar destruirse. Los golpes de realidad eran recaídas que hasta él mismo dudaba superar, temía (y al mismo tiempo anhelaba) que algún día, sus piernas ya no respondieran a sus órdenes, que sus pulmones ya no pudieran tomar oxígeno y su corazón lentamente se debilitara hasta que dejara de latir por siempre.
Se puso de pie, completamente adolorido, ya no había lágrimas para derramar. Tenía algunas cortaduras en su cara por haberse caído sobre los trozos del espejo. Roberto colocó una mano en donde se hallaban las pequeñas heridas, y en cuestión de segundos estas se curaron.
—Algo de ser de luna tengo, creo —murmuró, mientras usaba un trozo del espejo para ver su reflejo. Luego, volvió a dejarlo caer.
***
A paso lento, salió al patio trasero, ya era de noche. Al atravesar el umbral, sintió un escalofrío recorrer la columna vertebral, ¿era cosa de él o el frío lo estaba afectando más de lo usual? No se cuestionó más, se dejó caer entre la nieve.
Abrazó con fuerza el libro que tenía en manos, era uno de los tomos de Magia para principiantes, el mismo que Topo había agarrado una vez. Podía jurar que su esencia quedó entre sus páginas.
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—¿Por qué me duele tanto? —se preguntó entre sollozos con una voz completamente rota y temblorosa.
Logró comer algo de cereal con yogur que tenía en la heladera, y eso le dio energía suficiente para poder asearse y sentirse un poco mejor físicamente.