Incompatibles (AU del Sol y la Luna)

Capítulo 21: La huida

Escrito por cincopezos (Sami) y ValTennant019 (Val)

Caminaba triste por las calles de la ciudad iluminada de un suave color amarillo, producto de los rayos que emitían sus ciudadanos, felices y sonrientes caminaban de un lado a otro, completamente seguros de su rumbo.

—No debí venir aquí, no debí, no debí... —lloriqueaba Roberto Luna desde sus adentros.

Gracias al calor, el aire era tan denso que cualquiera que no estuviera acostumbrado a él juraría que se podría tocar, este ambiente era producto del vapor y calor emitidos por la ciudad nocturna y risueña.

Roberto aceleró su paso, tenía muchísimo calor y su capa lo estaba sofocando aún más pero no tenía intención de quitársela. La gente que pasaba por su lado lo observaba con ojos que expresaban desconcierto: Un ser de tonos fríos cubierto cuyo único rastro de luz emitido por su persona eran las dos lunas de sus mejillas que delataban su astro de origen.

"Ni siquiera perteneces con los de tu especie...", una voz en su cabeza repetía, mientras se movía a paso rápido, esquivando a la gente que iba contracorriente.

"Los errores de la naturaleza deben morir prematuramente, ¿qué haces con vida si no te la mereces?", susurraba otro pensamiento intrusivo.

Roberto tomó esto de la peor manera, varias lágrimas empezaron a asomarse en sus cuencas y sus lunas se tornaron de un color azul profundo. Estaba triste, destrozado por dentro, siempre había evitado pensar en la gente que se llevaba excelente con los demás, con la sociedad. La envidia hacia aquellos lo deprimía y lo marchitaba profundamente.

Eran incontables las veces que había deseado ser alguien normal que se llevara bien con todos, una persona feliz, risueña, animada, tal cual como lo era Topo: Él era su opuesto, la personalidad que su alter ego alterado buscaba siempre emular y que deseaba colocarse con facilidad cuando le tocase aparentar. Una máscara que se quebró muchas veces sin piedad por circunstancias que lo sobrepasaban; la ausencia de esta hacía sentir a su dueño frágil y expuesto a los ojos juzgones de las personas extrañas y conocidas de su propio entorno. Tanta era su cobardía de que vieran quién era él en realidad y tanto el terror de volver a ser cruelmente lastimado, que su refugio era las profundidades de los bosques de la Tierra, y la vaga esperanza y anhelo de que sería olvidado.

Roberto estaba tan perdido en sus pensamientos que no notó cuando dos policías se acercaron a él a paso rápido, tocando su hombro de forma imprevista para llamar su atención. Roberto sintió ese toque caliente y hasta doloroso, en ese momento de tempestad interna hasta el mínimo roce podía hacer arder su piel. Volteó rápidamente encontrándose con la mirada de estos dos.

—Señor, ¿está bien? —preguntó el que era más alto que él.

—No es sano que usted esté acá sin un protocolo de seguridad, déjenos llevarlo a... —El segundo policía tomó suavemente el brazo de Roberto, con intención de guiarlo, y ese roce, tan pequeño e insignificante, fue como sentir el mismo infierno sobre su pálida piel, una terrible calor que recorrió todo su cuerpo de pies a cabeza dolorosamente que resultó en algo que estaba procurando reprimir:

Usar sus habilidades de hielo.

Roberto retiró la mano del contrario de un manotazo, en pánico, y ese toque, tan efímero como la vida de un copo de nieve, congeló completamente el brazo del policía.

—AGGGGGHHHHHHH PERO... —el ser solar empezó a gritar asustado. Los alaridos desgarradores llegando al oído de Roberto hizo que se cubriera los costados de su cabeza rápidamente.