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Por fin

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Por fin. 

Después de días trabajando y no de pasar tiempo con mi recientemente esposa. Gracias al cielo seguíamos en LA, se supone que en el pequeño descanso que teníamos entre las giras y la producción de música nueva para un próximo álbum, pero me habían pedido hacer un par de entrevistas que en su mayoría me hacían preguntas sobre Samantha que al final yo pedía que se omitieran por completo, para ser sincero mi vida privada era algo que no a muchos tenía que importarles.

Y alguna que otra sesión de fotos. 

Me estaba hartando de todas y cada una de las personas que trabajaban conmigo, hasta de los chichos con los que había convivido por años incluso antes de ser una banda. Su sola presencia me desesperaba, lo único que quería era que todo aquello acabara y poder ir a mi casa y dormir en los brazos de Amy.  

Entré a la habitación y la vi acostada, durmiendo con la respiración calmada y silenciosa, entre las sábanas y con todo el pelo en el rostro como una suave formé de cubrirla de los rayos irritantes del sol que entraban por las persianas entreabiertas, carajo. No podía ser más bonita porque no se podía. Di una sutil mordida a mi labio inferior. 

—Samy. — susurre, camine hacia ella, eran las dos de la tarde. Lo que entendí por la señorita que nos ayudaba a limpiar la casa, llevaba todo el día dormida y de cierta manera también me di cuenta porque todo el tiempo me mandaba mensajes contándome cualquier cosa que hacía y... Nuestra última platica termino siendo sobre la cucaracha gigante que encontró en el baño. Me hizo parar la sesión para correr a casa y matarla. Después de eso pasaron cosas más divertidas cuando me subió a un pedestal de héroe por salvarla. 

Finalmente conseguí un regaño por no llegar después de una media hora, lo terminé justificando con que vivíamos lejos. 

Escuche un quejido suave y desganado de sus labios cuando acaricie su cintura, me senté a sus pies y el colchón se hundió por mi peso. Abrió sus bellísimos ojos castaños de par en par y me observó. Mi pechó se apretujó y me estremecí por su rostro cansado. Movió su cabello hacia un lado y se enderezó quedando cerca de mi rostro.

—Buenos días. Dije burlón, sus ojos perezosos me vieron de mala manera y sonrió tímidamente.

—¿Es tan tarde? Murmuró. 

—Son las dos, flaca. Respondí y mi rostro se suavizó en algún tipo de solidaridad. Se veía bastante cansada, probablemente debería de dejarla dormir en la noche, pero es que para mi no había ninguna hora libre y necesitaba relajarme, estaba cien por ciento seguro de que ella también me extrañaba. 

—Te odio, jamás me dejas dormir. Balbuceo, cubrió sus ojos discretamente con sus manos delgadas y suaves y se dejó caer de espaldas ignorando como la veía de mala manera, soltó una risita llena de culpabilidad el recelo hacía que aquel sentimiento se acumulara en mi estomago como una ola, era gracioso.

A los ojos de la prensa | RiverduccionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora