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Abroché la camisa hasta el último botón y salí del baño, la tela tosca de las camisetas de Félix se deslizaba por mis muslos, la prenda se ciñó sobre mis caderas cuando me agaché ligeramente para alcanzar la oreja de Félix, rocé mis labios contra ...

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Abroché la camisa hasta el último botón y salí del baño, la tela tosca de las camisetas de Félix se deslizaba por mis muslos, la prenda se ciñó sobre mis caderas cuando me agaché ligeramente para alcanzar la oreja de Félix, rocé mis labios contra la suave piel del mayor.

—¿Estás muy ocupado?

—Para ustedes jamás lo estoy. —Respondió y sonreí bobamente. Me di la media vuelta y me apoyé sobre la orilla del escritorio.

—¿Qué escribes? Indagué curiosa, Félix cuando se sentaba en esa silla no se paraba en horas, lo extrañaba de alguna manera y estaba aburrida porque no había ido a acompañarme en la regadera. Estaba acostumbrada a que todo el tiempo quisiera agarrarme el cabello.

—Trato de escribir una canción. —Susurró, frunció ligeramente el ceño y mordisqueó su labio inferior demostrándome su sufrimiento en silencio. Tamborileo el lápiz contra la mesa por unos segundos, cuando estuvo por sacarme un tic en el ojo lo detuve.

—¿Por qué mejor no te relajas un poco?

—Deja de hacer eso. —susurró, alcé las cejas.

—¿Hacer qué?

—Seducirme, deja de hacerlo.

Solté una carcajada y posé mis manos sobre mis muslos, la suya estrujó mi piel con agresividad —Pensé que te gustaba que lo hiciera. —susurré.

Sus ojos color avellana se entre cerraron llenos de lujuria. Cuando estuvo apunto de responder una llamada entró a su celular haciendo que me sobresaltara inconforme, mierda. Tan bien que estaba. Soltó una risita por mi reacción.

—Habla. —Dijo, supuse que era Ronny así que cuando se hizo ligeramente para atrás en la silla me moví rápidamente para subir a su regazo.

Sonrió con aquellos jugosos labios.

Amaba fastidiarlo porque no me decía nada, era como una clase de placer saber que no podía molestarse conmigo.

Hundí mis dedos en sus rizados cabellos negros azabache y mientras escuchaba a alguien hablar a través del aparato se restregaba contra mi muñeca como un gato.

Quién lo diría, Francisco Félix, cantante de una banda de rock era como un gatito esponjoso.

Era mi capricho más caro.

Sus cabellos húmedos por la ducha que decidió tomar sin mi antes de que yo despertara eran tan suaves.

Dejé su cabello antes de que me dieran ganas de arrancarselo y apoyé mis manos en sus hombros, dirigí tímidamente mis labios a su cuello con un par de mordidas y los deslicé por la extensión.

—Si... Yo..., Claro—Aquel soltaba balbuceos incoherentes mientras mis labios danzantes recorrían su cuello con suavidad, de un momento a otro clavé mis labios en él y soltó un quejido.

A los ojos de la prensa | RiverduccionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora