𝐏𝐑𝐎𝐌𝐈𝐒𝐄𝐒 | 𝐆. 𝐁𝐥𝐲𝐭𝐡𝐞

| 𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐇𝐈𝐑𝐓𝐘-𝐓𝐖𝐎: 𝐌𝐄𝐌𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒 |

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𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐈𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐃𝐎𝐒

𝐌𝐄𝐌𝐎𝐑𝐈𝐀𝐒

Hace 3 años y 4 meses

"𝐌𝐞 𝐞𝐬𝐭á𝐬 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐥𝐨𝐜𝐚, Adelaine. Por favor, deja de comportarte como una niña". Su madre se quejó frustrada, sacudiendo levemente la cabeza mientras saltaba del carruaje.

Adelaine la siguió de cerca, tomando la mano del conductor para no tropezar por la altura. Ella le sonrió al hombre agradecida, antes de correr suavemente para alcanzar a su madre, quien miró a Adelaine con mirada de reprimenda por sus acciones. Adelaine suspiró suavemente, cansada de que la gente se quejara de todo lo que hacía, nada de lo que hacía parecía suficiente para su familia últimamente

"¿Por qué llegamos a casa tan temprano?" Adelaine cuestionó con curiosidad. "¿No vamos a perdernos las lecciones de baile? Ethan está-"

"Ethan puede esperar, tu padre quiere hablar contigo". Adelaine frunció el ceño ante esto, su padre nunca quiso hablar con ella. "No frunzas el ceño, Adelaine."

"Lo siento, madre." Se disculpó sarcásticamente, pero esta vez su madre no se quejó, abrió la puerta de su casa y le hizo un gesto a su hija para que entrara, lo cual ella hizo felizmente, sintiendo instantáneamente el calor de su casa.

"Buenas tardes, señora y señorita Donchaster". La criada les dio la bienvenida y caminó rápidamente hacia ellos para ayudar a Adelaine a quitarse el abrigo. "Su marido las está esperando a las dos".

Su madre asintió y, sin decir una palabra, se dirigió hacia el escritorio, asumiendo que Adelaine seguiría sus pasos

"Gracias, Rosie. ¿Podemos hacer algunas galletas más tarde? Me muero de hambre". Rosie se rió suavemente ante las palabras de Adelaine antes de asentir con una sonrisa a la pequeña niña.

"Por supuesto, princesa. Te espero en la cocina." Rosie le aseguró, apretando su hombro con expresión afectuosa.

"Adelaine, no le hagas perder el tiempo a tu padre"

Ella puso los ojos en blanco ante las palabras de su madre antes de girar sobre sus talones y caminar hacia el escritorio, Fue recibida por una mirada reprensiva de su madre, que parecía ser la única forma en que la miraría desde que nació. Ni siquiera podía recordar cuándo fue la última vez que compartió tiempo de calidad con su madre que no fuera en las lecciones de baile o de etiqueta que estaba decidida hacer que Adelaine tomara.

Sus ojos se encontraron instantáneamente con los de su padre, que estaba sentado frente a ella, al otro lado del gran y oscuro escritorio. Él la miró seriamente detrás de sus lentes, la superficie de madera salpicada de papeles que probablemente había estado leyendo, uno en particular llamó la atención de Adelaine, reconociendo rápidamente el sello que decoraba el papel.