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Capítulo 4: Voces miniatura

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Capítulo 4: Voces miniatura.

—¡Aah, quítenmelo de encima! —El grito desesperado de Eustace corta el aire salado del mar, resonando sobre la madera húmeda del barco.

Girando mi cabeza, observo la escena con una mezcla de horror y fascinación. Eustace se retuerce en el suelo, luchando contra un ratón de tamaño inusual, adornado con una pluma carmesí que ondea como una bandera de su valentía y una espada diminuta que cuelga de su cinturón, como si fuera un caballero en miniatura.

El muchacho lo empuja con torpeza, y el ratón, con una agilidad sorprendente, rueda hacia nosotros y se pone de pie. Sus ojos chispeantes se fijan en el niño con una intensidad que desmiente su tamaño.

—¡Reepicheep! —La voz de la castaña, Lucy, rompe el breve silencio que sigue. El ratón, al oír su nombre, se da la vuelta y hace una reverencia tan elegante que por un momento olvido que es un roedor.

—Oh, hola, majestades —dice el ratón, y su voz, clara y articulada, me deja boquiabierta. ¡Un ratón que habla! La sorpresa me recorre como una corriente eléctrica.

—¿Qué tal Reep?, es un placer —Edmund saluda al ratón como si fuera un viejo camarada, y su uso del término 'majestades' me sume en una confusión aún mayor. ¿Qué clase de lugar es este donde los niños son tratados como realeza y los ratones hablan?.

Mientras intento asimilar lo que mis ojos ven y mis oídos oyen, noto que unas criaturas imponentes se acercan. Toros caminando en dos patas, con miradas tan penetrantes como sus cuernos. ¿Minotauros?, mi mente lucha por encontrar una explicación lógica, pero la lógica parece haberse quedado en otro mundo.

—Oh, el placer es todo mío señor, pero antes, ¿qué quiere que hagamos con este histérico forastero? —pregunta Reepicheep, su tono es de preocupación genuina, aunque no puedo evitar notar el brillo travieso en sus ojos.

Me acerco a Eustace, cuyos ojos están desorbitados por el miedo, y lo ayudo a levantarse. Su cuerpo tiembla como una hoja en el viento.

—¡Esa rata intentó arrancarme la cara con sus garras! —exclama, y su voz se quiebra en un tono agudo.

—Únicamente quería expulsar el agua de sus pulmones, señor —explica el ratón con una paciencia que me sorprende.

—¡Habló!, ¿oyeron?, ¿oyeron lo que dijo?, ¡dijo algo! —Eustace señala a Reepicheep con un dedo tembloroso, su incredulidad se convierte en pánico.

—Es todo lo que hace, diría que lo difícil es obligarlo a callar —Caspian interviene con una risa que suena como música entre las olas.

—En el momento que no haya más que decir, alteza, le prometo que no diré nada —El ratón lleva una mano al pecho, y su gesto solemne me hace sonreír a pesar de la situación.

—¡No sé que clase de broma es esta, pero quiero despertar ahora! —dice el niño. Tomo a Eustace de los hombros y me agacho a su altura. Su rostro está pálido, y puedo sentir su corazón latiendo frenéticamente bajo mis manos.

—Eustace, cálmate, gritando no se soluciona nada, no sé qué es esto pero lo averiguaremos —trato de transmitirle calma, pero mi propia voz tiembla con dudas.

—¡No!, esto es por culpa de mis tontos primos, nos han arrastrado a esto, tranquila, saldremos de este lugar. —Eustace se aleja, sus pasos son inseguros y su voz se quiebra al borde de las lágrimas. —¡Les ordeno que me digan donde se supone que estamos! —exige, enfrentándose a las criaturas que se acercan.

—En el Viajero del Alba, el mejor navío de la flota Narniana —responde uno de los minotauros con una voz que retumba como un trueno lejano.

Eustace escucha, sus ojos se abren desmesuradamente y luego se cierran al desmayarse, cayendo al suelo con un golpe sordo. Los demás no pueden contener la risa ante su reacción.

—¡Tripulación!, les presento a nuestros náufragos, Edmund el justo y Lucy la valiente, el rey y la reina de Narnia —anuncia Caspian con orgullo. Todos se inclinan ante ellos, y siento una oleada de respeto hacia estos niños que parecen ser mucho más de lo que aparentan.

Caspian baja de las escaleras y nos mira con una sonrisa amable.

—Les daremos algo de ropa seca, síganme —nos invita, y aunque todavía estoy confundida y asustada, hay algo en su voz que me hace creer que tal vez, solo tal vez, todo estará bien.

La madera bajo mis pies vibra con la vida del mar, cada crujido un eco de olas y viento. El aire salado se adhiere a mi piel, un recordatorio constante de que estoy lejos de casa, en un mundo que desafía todo lo que conozco. Miro hacia atrás para ver a Eustace siendo atendido.

Un ratón. Un ratón que habla y lleva una espada se ha convertido en el menor de nuestros asombros.

Mientras avanzo por la cubierta, el sol acaricia mi rostro, y el cielo, un azul tan profundo que podría ahogarme en él, se extiende sin fin sobre nosotros. Pero no hay tiempo para perderse en la belleza; hay que encontrar respuestas a miles de preguntas y dudas que rondan en mi mente, como un bucle infinito. ¿Cómo es posible que este lugar exista?. ¿Cómo es posible que yo esté aquí?.

Descendemos las escaleras, y la luz del día se desvanece, reemplazada por la suave luminiscencia de las lámparas que cuelgan del techo. El aire se vuelve más pesado, cargado con el olor a madera vieja y también algunas hierbas que veo colgadas.

Los pasillos son estrechos, casi claustrofóbicos, y las paredes están adornadas con objetos que hablan de aventuras y batallas pasadas. Hay una historia aquí, una historia que siento que apenas estamos comenzando a descubrir.

Mis pasos resuenan en el silencio, el miedo aún se aferra a mí como una sombra fría en mi corazón, pero hay algo más también: una chispa de emoción, una llama de curiosidad.

Narnia: La Travesía del Viajero del Alba |Edmund|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora