12

304 20 1
                                    

Capítulo 12: Nuevo tripulante

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 12: Nuevo tripulante.

La luz del amanecer se filtraba suavemente a través de las rendijas de mi camarote, anunciando el inicio de un nuevo día en alta mar. Sentí el suave balanceo del barco y el murmullo distante de las olas contra el casco. Aún entre las brumas del sueño, percibí la presencia de Lucy a mi lado, su figura delineada por la tenue luz. Con una sonrisa cálida, me extendió un vaso de té humeante y un par de bollos dorados.

—Gracias, Lucy —murmuré, aceptando su gentileza con un asentimiento.

El té caliente se deslizó por mi garganta, disipando el frescor matutino que aún se aferraba a mi piel. Saboreé el primer bollito, su textura suave y ligeramente dulce contrastando con la salinidad del aire marino. Al salir a cubierta, los rayos del sol acariciaban mi piel, obligándome a entrecerrar los ojos hasta que mis pupilas se adaptaron a la brillantez del día. Caminé por el barco, disfrutando del desayuno y de la tranquilidad que precede a la actividad diaria.

A lo lejos, divisé a Eustace, su figura esbelta oculta entre cuerdas y tarros, como si buscara refugio en los objetos más mundanos.

—¿Qué tal va tu día? —pregunté con curiosidad genuina.

—Bien, sacando de tema el hecho de que tuve que soportar los ronquidos de la rata toda la noche. —respondió con un tono que oscilaba entre la queja y la resignación. Una sonrisa se dibujó en mis labios ante su comentario. —¿Qué?, a claro, tú eres la favorita del dichoso rey Caspian, seguro te dieron una suite para ti sola, además de dos bollos. ¡A mí me dieron uno! —añadió con un deje de envidia mal disimulada.

—Dormí en una habitación normal, con Lucy. Ella me dio mi desayuno y Caspian no tiene nada que ver conmigo. —repliqué, agachándome frente a él. Parecía absorto en su diario, las palabras fluyendo de su pluma con una urgencia que denotaba la importancia de sus pensamientos. —Ten —le dije, extendiéndole el bollo que me quedaba. Lo tomó con una mezcla de sorpresa y desconfianza, mientras yo terminaba el último bocado del mío y le ofrecí el vaso de té a medio terminar. —, desayuna, el viaje parece que va a durar bastante

—Se nota que eres adoptada —comentó de repente, haciendo que me detuviera en seco. —, me refiero a que se nota que no eres como Edmund y Lucy, eso es un alivio, tú sí me agradas —añadió rápidamente, suavizando sus palabras con un mordisco al pan y volviendo a su escritura.

Continué mi camino por el barco, dejando atrás a Eustace y sus reflexiones matutinas. Pronto encontré a Edmund, su figura concentrada en la tarea de limpiar una espada que parecía haber sido rescatada de alguna antigua batalla, las rocas adheridas a su superficie contando historias de enfrentamientos pasados.

—¿Es tuya? —pregunté, acercándome con interés.

—Caspian me la dio, antes de usarla, debo sacarle todo esto. —explicó, levantando una ceja en un gesto que conocía bien. —¿Has desayunado bien?

—Sí —respondí con una sonrisa sincera.

—¿Segura?, te vi con Eustace antes

—Él... tenía hambre —dije, mi voz revelando más de lo que pretendía.

—¿Por qué lo haces, Ali?

—Porque... no importa lo que diga o haga, él sigue siendo sólo un niño —confesé, encontrando en Edmund una comprensión tácita.

—Eres muy buena —comentó con una risa y luego su atención volvió a la espada.

—Tú eres muy orgulloso —repliqué, desafiante.

—Y tú eres muy lin...

Su frase quedó inconclusa cuando un grito de duelo captó nuestra atención. Giré la cabeza y vi a Reepicheep, el valiente ratón, enseñando a Eustace el arte de la esgrima. Observé con atención, tomando notas mentales de cada movimiento y consejo, almacenando el conocimiento para un futuro incierto. En un giro inesperado, Reepicheep cayó al agua, y Eustace, preocupado, se asomó por la borda. Pero el astuto ratón ya estaba en las cuerdas de arriba, invisible para el muchacho. Con un empujón de sus pequeñas patas, Eustace cayó al suelo, golpeando un cesto que se abrió con un estruendo, liberando un grito agudo y sorprendido.

Me acerqué al cesto, y de su interior emergió una niña con cabello castaño ondulado y un vestido rosa desvaído. Su presencia inesperada en el barco causó un silencio expectante entre la tripulación.

—¡Oigan! —grité, llamando la atención de todos.

—¿Gail?, ¿qué haces aquí? —Un hombre se abrió paso entre la multitud, su mirada fija en la pequeña.

En el instante en que la niña fue reconocida por el hombre entre la tripulación, un velo de silencio cayó sobre el barco. La sorpresa se dibujaba en cada rostro, pero fue en la mirada que intercambié con Edmund donde encontré un reflejo de mis propios pensamientos.

Nuestros ojos se encontraron, y en ese silencio compartido, nuestras miradas hablaron más que mil palabras. Había una pregunta no formulada en sus ojos claros, una mezcla de preocupación y curiosidad que yo compartía. ¿Cómo había llegado esta pequeña a bordo sin que nadie lo notara?.

La niña abrazó al hombre por la cintura, buscando consuelo en su familiaridad. El capitán del barco se acercó, y en medio del silencio, pronunció unas palabras que resonaron con un peso inesperado.

—Creo que la tripulación tiene un nuevo miembro —dijo, ofreciéndole una naranja a la niña.

Luego de esa situación, todos volvieron a sus respectivos trabajos. Con un último intercambio de miradas con Edmund, nos separamos. Él volvió a su espada y yo continué mi camino por el barco, pero no podía evitar mirarlo de reojos cada cierto tiempo, su rostro de concentración me parecía incluso tierno. Cuando el muchacho me descubría observándolo desde la lejanía, me sonreía calidamente y yo no podía hacer nada más que corresponder con una sonrisa tímida de mi parte.

Narnia: La Travesía del Viajero del Alba |Edmund|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora