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Capítulo 20: Tentación

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Capítulo 20: Tentación.

La cueva resonaba con el eco de nuestras voces, un lugar que parecía esconder secretos tan antiguos como el mismo tiempo. Lucy fruncía el ceño, su mirada inquisitiva se clavaba en Edmund, quien, con los ojos brillantes de ambición, proclamaba su deseo de poder.

—Quién tuviera acceso a este manantial, sería la persona más poderosa del mundo —decía Ed, su voz resonando con una mezcla de anhelo y determinación. —, Lucy, seríamos ricos, ya nadie nos diría qué hacer o con quién vivir

La respuesta de Caspian fue tan firme como el suelo bajo nuestros pies. —Las cosas de Narnia no salen de Narnia, Edmund

—¿Quién lo dice? —La pregunta de Edmund era un desafío, una chispa que amenazaba con encender una llama.

—Yo lo digo —replicó Caspian, y en ese momento, la tensión entre ellos era palpable, como una cuerda estirada al límite.

Edmund se levantó, su mano sobre su espada, y cada paso que daba hacia Caspian parecía cargar el aire con electricidad.

—No soy tu súbdito —dijo con una voz que no admitía réplica.

Caspian, con la espalda erguida y la mirada fija, respondió con acusaciones que destapaban inseguridades ocultas. —¡Dudas de mi liderazgo!

Miré a Lucy, buscando en su rostro alguna señal de comprensión, pero ella parecía tan perdida como yo en este giro inesperado de los acontecimientos.

—¡Tu dudas de ti mismo!—La voz de Edmund era un trueno, y Caspian, como un eco, le devolvía cada acusación con igual fuerza.

—¡Eres un niño, Edmund!

—¡Y tú un cobarde nada más!

Los insultos volaban como flechas, y yo no podía hacer nada más que observar, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

—Edmund, Caspian, ya basta —Mi voz apenas era un susurro, pero la urgencia en ella era real. Me acerqué a ellos, intentando ser la voz de la razón en medio del caos.

Lucy intentó calmar a Edmund, pero él la apartó con un gesto brusco.

—¡Ya me cansé de ser siempre el segundo!, primero Peter y ahora tú —Su grito era el de alguien que había estado demasiado tiempo a la sombra de otros.

—¿Qué pasa?, ¿te molesta que quiera tener una relación con tu prima?, ¡he visto como te pones cuando me acerco a ella! —menciona Caspian, cada vez más enojado.

—¡No es mi prima y no te vas a quedar con ella y mucho menos con Narnia!... yo merezco un reino propio, ¡yo tendría que ser el rey! —grita Edmund, con superioridad.

—Si te crees tan valiente... ¡pruebalo!

Edmund fue empujado por Caspian, y yo, por instinto, traté de intervenir. Pero Caspian, cegado por la ira, me empujó con tal fuerza que mi cabeza golpeó la pared detrás de mí. El dolor se disparó a través de mi cráneo, y por un momento, todo se volvió borroso.

Edmund, al verme herida, se transformó. Sus ojos, antes llenos de furia, ahora ardían con una intensidad que nunca había visto. Levantó su espada y se lanzó hacia Caspian.

—¡No, ya basta! —Lucy se interpuso, su voz era un grito desesperado. —, ¡paren los dos!... Solo mirense, Edmund tu no eres así y Caspian... has lastimado a Alison... ¿no entienden lo que está pasando?, esta cueva los está embrujando, ¡los está tentando!, esto es justo lo que el mago nos quizo advertir, es mejor que salgamos de aquí

Me levanté, sintiendo el mundo girar a mi alrededor. Lucy tenía razón; la cueva nos estaba embrujando, tentándonos con promesas oscuras. Era el momento de irnos.

Caspian, ahora consciente del daño causado, se disculpó con una voz cargada de culpa.

—¿Estás bien?, lo lamento

—Estoy bien —mentí, intentando disipar la tensión. —, está claro que no lo hiciste a propósito —Entonces Caspian asiente y se va con Lucy.

Edmund se acercó, su preocupación era evidente.

—¿Estás bien?, lamento haber actuado así, yo... lo siento, ahora no querrás acercarte a mí y...

Lo abracé, cortando sus palabras. —No digas eso, somos un equipo, tú, Lucy, Eustace y yo, estamos juntos en las buenas y en las malas

Nos alejamos del agua, dejando atrás la tentación y el conflicto, recordando que nuestra unión era más fuerte que cualquier hechizo.

El sol se despedía del día mientras ascendíamos por la cuerda áspera y resistente. La brisa marina llego a mi cuando salí de la cueva, llevándose consigo el calor de la aventura que aún latía en nuestras venas. Caspian, con su curiosidad insaciable, se acercó a los cestos que habíamos dejado en la orilla, preguntando por la comida con un tono que denotaba más interés en la distracción que en el hambre.

La voz de Lucy, teñida de preocupación, cortó el aire como un cuchillo.

—Oigan, ¿dónde está Eustace? —Su pregunta hizo que una sombra de inquietud se posara sobre nosotros.

Reepicheep, con su habitual valentía, aunque algo molesto, señaló la ausencia de nuestro compañero en las tareas del bote.

—¡Eustace!... ¡Eustace!... —El nombre resonó en la playa desierta, y un mal presentimiento se enroscó en mi estómago. Algo no estaba bien.

—Voy a buscarlo —anuncié, sintiendo la responsabilidad pesar sobre mis hombros.

Edmund y Caspian, casi al unísono, se ofrecieron a acompañarme. Sus voces eran firmes y decididas.

La isla se elevaba ante nosotros, una masa de tierra que escondía secretos y peligros. Subimos por las montañas, no tan empinadas pero sí desafiantes, con el sol cegándonos con su último alarde de luz. Caspian gritaba el nombre de Eustace, su voz llevada por el viento en busca de nuestro amigo perdido.

Finalmente, llegamos a lo que parecía ser un río seco, una grieta en la tierra que guardaba en su vientre un brillo que desafiaba al crepúsculo. Millones de objetos brillantes. Oro.

—Un tesoro —susurró Edmund, su voz era un reflejo de la fascinación y el temor que todos sentíamos.

—Es malo —dijo Caspian, su instinto de rey advirtiéndonos del peligro que tales riquezas podían acarrear.

—Bajemos —propuse, sintiendo una mezcla de curiosidad y precaución. Algo en mi interior me decía que debíamos investigar, pero con cuidado.

Descendimos hacia el río de oro, cada paso nos acercaba más al misterio y a la tentación. La luz del atardecer se reflejaba en cada moneda, cada joya, cada corona, iluminando la cueva con un resplandor sobrenatural. Era un lugar de maravillas, pero también de advertencias no dichas.

Narnia: La Travesía del Viajero del Alba |Edmund|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora